¿Cómo me ocurre el
momento de oro de la inspiración?
Primero todo pasa casi imperceptiblemente.
La inspiración empieza a ocurrirme como una nueva forma de ver la realidad.
Empiezo a ver conductas humanas, patrones de pensamientos, argumentos
existentes o inexistentes que solventan estructuras conductuales o de
procedimientos que de un momento al otro me doy cuenta me molestan, que siempre
me molestaron pero recién en ese momento soy consciente de ello. Y así, empiezo
a ver eso una vez, dos veces, varias veces al día, en distintas personas, en
distintos medios, en distintos organismos y circunstancias. Como si fuese una
teoría que tiene la aplicabilidad propia de una fórmula matemática que en el
fondo está equivocada. Entonces empiezo a sentir cómo mis alas despegan y me
hacen flotar en una esfera de inspiración. Lo sigo viendo, llego a vivir esa
falacia como un karma que me hostiga a diario. Hasta que un día, a toda esa
intensidad del sentimiento subversivo la veo clara y tangiblemente, como en una
bola grande justo frente a mí. Y no tengo más que sentarme a escribir todo lo
que esa bola crístalo-magnética me inspira; fluyen las palabras, los
pensamientos, las frases, como gritos de desahogo. En ese entonces la inspiración
pasa a ser algo obvio, algo que estaba adentro mío dormido sin atención. Por lo
que deduzco que en cada inspiración me conozco un poco más, y llevo a la
realidad consciente algo que antes permanecía expectante por salir en el inconsciente.