¡¡DEJÁ PROPINA ANTES DE IRTE!!

.

.

noviembre 18, 2017

LAS PERSONAS MAYORES...

Las personas mayores adoran las cifras. Cuando uno les habla de un nuevo paciente nunca preguntan cosas esenciales. Nunca dicen: “¿Cuál es el tono de su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Colecciona mariposas?” En cambio preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿De qué trabaja su padre? Sólo entonces creen conocerlo. Si uno le dice a las personas mayores: “Conocí a un simpático pacientito que no deja de hablar y soñar con los ojos abiertos…” no acertarán a imaginárselo. Hay que decirles “Vi un síndrome nefrótico en estudio”. Entonces exclaman: “¡Qué interesante es!”

junio 22, 2017

AL MENOS UNA SOLA VEZ EN LA VIDA: DEJATE SENTIR... SIN MIEDO A LO QUE PUEDA PASAR, SIN MIEDO A SUFRIR. DEJATE SENTIR SIN TENER QUE PENSAR EN LO QUE ESTÁ PASANDO, SIN TENER QUE DEFINIRLO O ANALIZARLO, SIN IMPORTAR LO QUE EL MOVIMIENTO DETERMINE, SIN IMPORTARTE POR EL EGO NI LA VERGUENZA. DEJATE SENTIR, LEJOS DE LAS PALABRAS Y DEFINICIONES, LEJOS DE LOS CONCEPTOS Y REGLAS. DEJATE SENTIR COMO SI NUNCA ANTES HUBIESES SENTIDO ALGO, VIRGEN DE PREJUICIOS Y EXPERIENCIAS, LEJOS DE LA ARMADURA Y CERCA DEL REGISTRO, LEJOS DE LO YA ARMADO Y CERCA DE LO ESPONTÁNEO, LEJOS DE LO SABIDO Y CERCA DE LO OLVIDADO, LEJOS DE LO APRENDIDO Y CERCA DE LO PRIMARIO.

FRIO Y PELIGRO

1 de febrero de 2017
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)

La dimensión de esta noche tiene mucho frio, y no me refiero al frio como una temperatura sino como un color. Me encuentro en una ciudad gigante, llena de edificios, Buenos Aires capital, y lo único que veo con colores fulgurantes es la iglesia.
Estamos con mis papás y hermana en una iglesia. Es una iglesia Adventista pero por su arquitectura pareciera una católica. El servicio aburrido hace que mi familia se disponga a irse. -Me voy a quedar un rato más, los alcanzo en 5 –dije.
 Cuando finalmente salgo de la iglesia, les escribo a mis papás por whatsapp pero se nos hace muy difícil conectarnos y coordinar para encontrarnos. Ellos, dando vueltas tratando de encontrarme, y yo intentando avisarles de un punto de encuentro. Cada punto de encuentro que acordamos por alguna razón u otra se frustra. Parece estamos en la misma ciudad pero en distintas dimensiones. Camino cuadra tras cuadra y cada vez me voy sintiendo más perdido y más adentro de una zona de peligro. Conozco esta ciudad… y por eso puedo decir que esta ciudad ya no era Buenos Aires. 
Mi miedo va creciendo, salto de casa en casa, como si mis pies tuviesen el poder de saltar alto y largo. Las casas de esta ciudad parecían cajas de cartón apiladas y dispuestas irregularmente, como construcciones aleatorias libradas a la suerte del día. Sigo sin darme cuenta en qué zona estoy. Me decido a subir a un colectivo del transporte público y con tono asustado, le digo al conductor: bájeme en una zona conocida.
Sentado en el colectivo trato sin éxito de localizar algún edificio que me de orientación. Ni los edificios, ni las calles, ni la gente. No sé dónde estoy.
-Te bajo acá, estás a una cuadra del Obelisco –me dijo el chofer.
Conozco el Obelisco y la 9 de Julio muy bien, y esto no es a una cuadra del Obelisco pensé. Pero toda la gente dentro del colectivo, fría y estirada, me invita a bajarme con sus miradas, así que decido a bajarme de todas formas.

Prendo el GPS del celular para mandarle a mis papás la localización de donde me encuentro para que puedan pasar por mí, pero el celular no responde, no funciona. Claramente el día en esta ciudad tiene mucho más que 24 horas. A juzgar por la luz pareciera ser siempre las 5-6 de la tarde. Hay luz, pero pronto se apagará.
Camino por las calles, pasando rápidamente una cuadra y avanzando a la otra. De pronto tengo la sensación de conocer la zona, como algo instintivo. Acelero mi paso porque mi miedo se acrecienta. En cualquier momento me pueden hacer cualquier cosa, estoy totalmente solo e indefenso.
-Sí, esta zona la conozco. Estuve una vez acá en un sueño –me empieza a invadir un profundo terror-. Es la zona del castillo.

Estas calles y estilo de edificios oscuros no puede ser de otro lugar… así es. El castillo que secuestra y del cual no se puede salir, está ahí.

-Pero queda a muchas capas de profundidad, ni despertándome del sueño voy a poder irme de tan hondo.

Visto desde afuera, el castillo es angosto pero alto, por dentro es un laberinto casi infinito de pasillos, salones y pasadizos. Si bien desde lejos se lo ve de piedra blanca (blanco no como un color sino como la ausencia de todo pigmento existente), es obvio que alberga oscuridad y tinieblas. Es alto pero no llega al cielo. Es una especie de colegio con internado donde todos son adoctrinados. (No me termino de dar cuenta si es que estoy viviendo esto o lo estoy mirando desde afuera, sentado en una silla del cine). Me provoca asco y terror las características, conceptos y actividades que se ven como normalidades ahí adentro… perversiones, obscenidades, dolor, maldad. No entiendo como los padres envían a sus hijos a esta cárcel tan estándar.

Parado frente al castillo siento su poderoso magnetismo, como si el edificio tuviese una fuerza de atracción inevitable. Me acerco como chupado, como hipnotizado por la mística del espacio y rápidamente se me acercan 2 soldados-profesores vestidos de negro (uniformes de estilo gótico-rococó). Como entrando en una inconsciencia profunda, tanto por el magnetismo y por los extraños movimientos de estos dos, voy cayendo y ellos me sostienen e introducen en el castillo. Quiero correr en otra dirección pero la inconsciencia me lo impide.
                -¡¡No!! Adentro otra vez. ¿Cómo fue que logré salir la vez anterior?

Adentro todo es gótico y “sin colores”.
Sorprendentemente veo gente conocida, ¿qué hacen acá? Mis niños de la iglesia, ¿qué hacen en este lugar?

Los guardias nos introducen, a los niños de la iglesia y a mí, en una clase para estudiantes especiales, indistintamente de la edad nos ponen a todos juntos. El aula, muy alta y sin sillas sino llena de colchones, tiene un televisor antiguo donde transmiten una clase de un maestro enseñando cosas de escuela normal, se dirige a niños de capacidades diferentes.
Personalmente sigo experimentando el sentimiento de terror, tengo la necesidad imperiosa de huir. Rápidamente inspecciono el aula y encuentro una suerte de pasadizos y aberturas que nos pueden llevar al patio. Organizo a todos para que salgamos de ahí.
En el patio hay adolescentes, que dan pelea a los niños de mi grupo. Todo se revoluciona en el castillo ya que ahí adentro uno no pelea con palabras y golpes, sino que se tiran explosivos, se destruyen paredes y predomina el humo.

En un momento dado, soy tomado por algunos guardianes, junto a alguien más que no recuerdo quién es, y nos suben al piso más alto del castillo.
Se abren las puertas y allí veo una mesa servida; una mesa de madera robusta, larga y llena de manjares asquerosos. Sangre para tomar, carne cruda casi viva y demás abominaciones. La habitación está repleta de armas medievales, velas no encendidas y columnas de piedra. Sentados en la mesa están los infames del mundo, los directores del castillo. Nos estaban esperando, hacen ademan de que nos sentemos y compartamos con ellos la mesa.
Miro con cara de asco la vehemencia con que comen tales aberraciones. La sangre les escurre por los dientes. Si bien están vestidos con ropas extravagantes y góticas, sus modales son grotescos, son como animales. Por supuesto que no puedo probar bocado, me inundan las náuseas.

En un momento dado, todos detienen su acto de animalismo alimenticio y nos prestan atención. Me paro de la mesa, me vuelvo unos pasos hacia atrás y trato de entender qué es lo que tanto les llama la atención. Me miro las manos y no solo veo sino que también siento que se están cristalizando (pero no inmovilizando) a sal. Estoy mutando a un humano funcional pero de sal. Estoy blanco casi celeste, brillante. Totalmente discordante con las tonalidades de la dimensión. Todos los siniestros nos miran asqueados y rabiosos, como si estuviésemos con esperanza por dentro, como si algo estuviese naciendo y ellos no pudiesen acercarse.




Tengo muy vívido el despertar de ese sueño, el viaje por todas esas capas (o dimensiones) de profundidad. Mentalmente fue muy desgastante terminar de subir, tantas en tan poco tiempo. Me desperté, entendí que era un sueño y que había tenido un largo viaje.

junio 21, 2017

MASCOTA COLOR PETROLEO

Octubre 2016
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)


Me encuentro en el patio de mi casa. Y como si hubiese una gran pausa existencial nada se mueve, ni las partículas en el aire que parecieran brillar en tonos dorados mientras lo demás todo tiene un tinte color plomo. El verde del pasto parece frio, el viento apagado por la pausa, las hojas de las palmeras casi negras, los vidrios de la casa parecen espejos, todo muere en colores fríos.
Lo que me impregna de un sentimiento de alerta es algo que sí parece moverse, un par de ojos miran todo desde arriba. Vuelvo a repasar los árboles y me doy cuenta que al lado de una de las palmeras, casi inmóvil se encuentra una especie de animal que nunca había visto, una jirafa con piel de serpiente, piel color petróleo.
Lentamente repaso con la mirada su piel, sus patas, su cuerpo, su largo cuello y su cabeza… finalmente llego a sus ojos. Qué mirada tan aterrante y adictiva al mismo tiempo.

-Tal vez la pausa abrió mis sentidos a otra dimensión.


Me inunda el miedo por lo propio. Siempre viví en esta casa y es en este instante que por primera vez veo a esta bestia que hace años vengo alimentando sin ser consciente del peligro. Mi mascota.

junio 20, 2017

JUEGOS EN EL BOSQUE

Diciembre de 2015
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)


Me encuentro en un bosque lleno de árboles descomunales, troncos tan anchos que sólo pueden ser rodeados por varios humanos tomados de las manos, y tan altos que llegan al cielo y es recién ahí donde nacen sus ramas y hojas verdes. Me impresiona la textura tan definida de los troncos, sus surcos tan marcados, como si alguien hubiese aumentado el contraste y la definición de la dimensión en la que me encuentro. Miro hacia arriba y observo una bruma que no permite ver el inicio de las ramas de los árboles ni tampoco divisar los límites en los horizontes.
La luz de este bosque proviene únicamente de una luna, una luna de tamaño solar. Se vive una luz tenue que abre el juego a un inmenso y exquisito repertorio de sombras y matices. No es de día, pero tampoco de noche; solo sé que es un momento profundo y lejano, en el límite de una era.
Me llama la atención el marrón de los troncos y el verde de la hierba silvestre. Son colores tan nítidos y puros.

Como si alguien diera inicio a la escena, me invade un profundo miedo, los poros en toda mi piel destilan adrenalina. Mi respiración agitada y mi piel húmeda no me permiten disimular el sentimiento de terror que experimento.
Veo mucha gente, pares, todos aquellos que conocí alguna vez, fuesen de la dimensión que fuesen, están acá. A diferencia de mí, nadie parece tener miedo o no tener ganas de que inicien los juegos. Individualmente estoy aterrado, no quiero perder la vida.

Cada una de las pruebas está diseñadas para dejar gente en el camino, porque justamente vivir cuesta vida. Cada juego puede tener pérdidas fatales. Si bien es una competencia, nadie compite con otro ser humano sino que compite contra sí mismo. El objetivo es capacitarse para llegar.

Miro alrededor y parece no haber ningún dirigente, al menos no a la vista. De pronto suena un disparo dando inicio al primer juego. Todos empezamos a correr, sin saber bien qué hacer.
Me doy cuenta, en mi visión personal, que no necesariamente debo usar las reglas generales para atravesar cada uno de los juegos. De hecho, usando mis propias herramientas y métodos puedo ir sorteando los niveles y conservando la vida y el ser.

Muchas instancias pasaron, pruebas con agua, pruebas en las alturas, en las profundidades, pruebas en encierro, pruebas en movimiento… numerosas formas de probar la vida, numerosas formas de retarla hasta el límite. Ninguna prueba dejó de sorprenderme así como tampoco ninguna bastó para dejarme sin creatividad a la hora de sobrepasarla con particularidad. Para mi sorpresa nadie moría, nadie quedaba en el camino ante pruebas a las que le había tenido tanto y tan profundo terror.

Al final del camino todos llegamos con vida al mismo lugar donde comenzó. Todos se abrazaban y festejaban. En lo personal no podía salir de mi asombro por el hecho de haber podido llegar, no me lo esperaba de mí mismo. Era obvio que todos iban a poder hacerlo, pero no que yo iba a poder.
Mi mayor asombro fue el de mi desconfianza. No pude creer haberle tenido tanto miedo. Si hubiese confiado un poco más en mí no hubiese sufrido tanto, hubiese disfrutado cada prueba en vez de padecerla. Es que todos podrían haber muerto, pero nadie murió.


*Una segunda noche continuó el mismo sueño así:


Todos están festejando y abrazándose por haber llegado a la meta. Como es mi normalidad, me abstraigo del general y como quien siente un llamado a desviar la mirada, miro hacia abajo. En el suelo están todos los bolsos de los participantes, ropa tirada y, para mi sorpresa, entre los yuyos verdes y tierra negra veo billetes, nadie parece verlos. Todo el suelo está lleno de billetes. Me agacho para tomar un toco de billetes, al agarrarlo en mi mano hago ademán de abrir el toco en abanico, todo se siente tan fluido como si estuviésemos sumergidos bajo el agua. Meto los billetes a mi bolsillo y sigo agarrando más, haciendo el mismo movimiento en abanico… mis bolsillos no parecen llenarse. Dejo de escuchar a la gente, están cada vez más lejos.

febrero 15, 2017

FINAL DE GUERRA

Muchas veces en estos años llore en soledad por sentirme poco inteligente; nunca estuve a la altura de la carrera y nunca dejé de sentirme un desubicado. Siendo sincero, esta carrera estuvo demasiado lejos de mi zona de confort, demasiado lejos de mis capacidades intelectuales. Muchas veces le pedí a Dios inteligencia para poder avanzar. Indudablemente fue un “durante” (camino) muy, muy largo… incluso en este momento no puedo creer que finalmente llegó el día. Más que una carrera fue una guerra contra mí mismo; no hubo un sólo día que no pensase dejarla y dedicarme a las ideas que constantemente me invaden la cabeza; todos los días creí que no iba a llegar. ¡Cuánto crecí, cuánto tuve que cambiar!

Si hay algo que el sentimiento de no pertenecer me dio, y que le agradezco profundamente, es el haber desarrollado la actitud de “no morir en la Facultad”. Claramente no fue una carrera corriendo, más bien fue un recorrido despertándome a la vida, así aprendí mucho más que solo Medicina. Aprendí a amar la vida y, como dice la frase, la vida me amó cien veces más.
Mucha gente me decía: “dejá de perder tiempo con tu revista” “¿no te das cuenta que son pavadas?”. Serían pavadas para la gente pero para mí no. Al fin y al cabo soy una persona con múltiples intereses, y sinceramente me parecen muy aburridos aquellos con mentalidad monotemática que nada aprecian y entienden fuera de lo único o nada que les interesa. “El que solo hace Medicina ni Medicina hace”, es que la realidad no viene dividida en disciplinas y carreras. Lo triste es que mientras uno más “compra” y se cree esa división absurda más vive dentro de la falacia de la caverna con las figuras en las paredes, y menos vive el conocimiento orgánico, basado en experiencias, fuera de la caverna. ¿Qué es Medicina y qué no lo es?
Por otro lado, muchos me han dicho que no me comporto como alguien serio o que no me visto como un adulto y tantas otras superficialidades con las cuales la gente, pares incluidos, evalúa si vas a ser “un profesional serio y bueno” o no; porque en el mundo que vivimos lo que importa es que uses camisa, zapatos, tengas prolijo el pelo y que no sonrías mucho, no importa tu sensibilidad humana. Deseo que algún día el sistema deje de crear médicos que piensen “como médicos”, abogados que “se comporten como abogados”, y dejen de uniformar y esclavizar tanto las mentes de sus productos profesionales. Ojalá algún día los médicos, los abogados, los políticos, los docentes, los enfermeros, los ingenieros, y todos aquellos que tienen el privilegio de acceder a un conocimiento superior, piensen y actúen como humanos.
Soy un convencido de que el error está en la mayoría y no en mí, y por eso agradezco todos los días el no parecer médico y sí seguir pareciendo humano, o mejor aún, sí seguir pareciendo niño; porque gracias a eso seré un médico que escribe, que es creativo, que ríe, que disfruta de la consulta con sus pacientes, que sabe apreciar y entender, seré un médico feliz, un humano feliz. Algo que la gran mayoría de las personas no llega a ser en toda la vida.
Porque ¿cuánta gente vive en pasión? En otras palabras ¿cuánta gente descubrió quién es y vive haciendo aquello que es? Dentro del ámbito médico es muy fácil ver que la mayoría es gente quejosa que le encanta renegar de todo pero con poca iniciativa y creatividad para cambiar y mejorar lo que los rodea. La profesión está llena de títulos de médico carentes de médicos de alma. Los hospitales están llenos de trabajadores que no sonríen, están lleno de egos y miserias, llenos de chusmeríos y gente adulta que se comporta como adolescente. Incluso en muchos compañeros de la Facultad, uno puede ver que a medida que pasan los años, se les va hinchando el pecho (se van convirtiendo en “profesionales serios”), y es así que terminan recibiéndose sin tener un mínimo de respeto y empatía para con los demás, sin ningún escrúpulo a la hora de pisar cabezas y ensuciar a otros. Como si el conocimiento los hubiese cambiado para mal; en vez de darles humildad, empatía humana y curiosidad por todo, los subió al pony del super héroe médico y les dio soberbia, los hizo creerse superiores y, por tanto esfuerzo en el estudio, los hizo sentirse con derecho a una vida de lujos en vez de darles el sentido de responsabilidad por servir a los demás. Nunca dejé de preguntarme ¿cómo es que si hacen lo que aman no vuelan? En otras palabras: ¿cómo es que si hacen lo que aman no se los ve felices? Nunca lo entendí; porque cuando uno vive en pasión todo fluye, no hay crítica que te ofenda, no hay situación que te frustre, no hay excusa que valga para detenerte, no hay interrupción de la felicidad, no hay lugar para la destrucción ni para el odio; sólo se vuela, solo sale amor. Ni tiempo se gasta en hablar de los demás, casi que solo se habla de ideas, pensamientos, proyectos, ganas y soluciones.

Tal vez sea por eso que gran parte de la carrera peleé contra el "perfil médico" y tantas otras características del gremio. Sé que durante mucho las autoridades me vieron como un “bardero”, un “cabecilla”, alguien con “problemas imaginarios” o alguien a quien simplemente no entendían; aprovecho y les pido disculpas, tanto a autoridades y trabajadores de la Escuela como a profesores; les pido disculpas si mis formas de luchar los ofendieron o perjudicaron. Desde ya que todo lo volvería a hacer, pero por supuesto de formas menos rudimentarias. Sepan que luché lo que me tocó como pude, como me salió; con toda mi ignorancia, inexperiencia e inocencia. Es que nadie nos enseña a luchar; por eso luché como soy. Quiero decir públicamente que la Escuela de Salud de Olavarría es un lugar lleno de buena gente: Patricia Telechea, Natalia Giamberardino, el Dr. Prego, Melina Barbero, Gustavo H R A Otegui, Mirtha Iguiñez, Cecilia Romero, Raul Pitarque, Mabel Pacheco, Laura Hurtado, Dra. Gonzalez Ayala, Marcelo Sarlingo, Alvaro Dardo Flores. ¡Cuántos grandes maestros de vida hay en la Facultad de Salud de Olavarría! Gracias por tanta consideración y buena predisposición, por tanto respeto y ayuda. No me cabe la más mínima duda de que esta Escuela está destinada al éxito, creo en este modelo innovador y en lo que me toca le deseo a esta Escuela-Facultad todas las bendiciones del cielo, todo el progreso y ascenso imaginable en el camino de la excelencia.
En especial quiero agradecer al Dr. Carlos Prego, él siempre estuvo abierto a escucharme y entenderme en mis asuntos religiosos. También agradezco a la Sra. Mabel Pacheco, sin lugar a dudas su ayuda fue clave; gracias por tanta humanidad y tiempo que dedicó en mi causa.
Dra. Ayala, le digo públicamente lo que le escribí en la carta, nada tengo para reprocharle, sino todo para agradecerle, por tanto aprendizaje en lo profesional y en lo humano. Sepa que la defiendo siempre que escucho que la atacan. La considero una excelente docente, fiel a sus convicciones y vocación. Sólo puedo respetarla y aplaudirla por su brillantez y excelencia. Un lujo de ser humano que merece mucho más pompa y honor del que tiene. Dudo que alguna vez llegue a su altura, pero me llena de orgullo haber luchado ante tan digno oponente.
Gracias Mariana Catanzaro por acompañarme en la lucha, le agradezco a Dios por habernos cruzado aquella vez en la calle.

Gracias Cecilia Romero, llegue a sentirte como si fueses mi mamá de la escuela. Tu calidez me hizo conectarme con la esencia de la profesión. Siempre agradezco el haber cursado Salud de la Mujer en tu sala y allí haber conocido a un ser humano que “ama lo que hace y sí vuela”. Porque así como es un placer escuchar a un artista tocar con gusto el piano, es un placer verte ser médica.
Gracias Gustavo H R A Otegui por llenarme de herramientas para razonar, siempre digo que te siento mi papá de la Carrera. Gracias por hacerme descubrir tanto no solo de la carrera, sino del conocimiento en general. Es siempre un gusto tener una charla con vos, alguien razonable que tiene argumentos que te dejan pensando y que entiende porque alguna vez hizo, cualidades cada vez menos fáciles de encontrar.

A quienes por supuesto más agradezco es a mi Papá (Juan José Latorre) y mi Mamá, ellos pese a poco entender todas mis búsquedas, nunca dejaron de apoyarme y motivarme para seguir adelante. Entiendo que no es nada fácil tener un hijo como yo, es admirable el super poder que tienen de nunca ofenderse y siempre responderme con paciencia. Gracias a mi hermana (Eli Latorre), quien fue mi más grande maestra en todo lo referente al diseño de mi revista. Amo a mi familia e incluyo en ella a todos aquellos cercanos que me acompañaron en este recorrido, Daniel Arauz (gracias por ayudarme en cada una de mis ideas y locos emprendimientos), Clau Socolovsky y Samu (gracias por adoptarme y tenerme como un hijo más), toda la gente de la iglesia de Olavarría (Romina Striebeck, Lucas Oliveto, Sandra Carina Digeronimo de Andreasen, Christian Matias Andreasen, Joel y flia, Eduardo Andreasen, Vivi Aranda y familia, Jacinta, Cris Ramirez, Fer, Jere y familia, Carlos Daniel Bustos, Elizabeth Garcia y Carito, Taty Rincon y Miguel, Esperanza Castillo Bonilla, Clivia Claros de Lamónica y familia, Gabi, Marisa Grilli, familia Catanzaro, Flavia Rosana Stramessi y familia, espero no estar olvidándome de nadie), toda la gente de la iglesia de Balcarce (Irene Cascante, Gabriela Judith Bantar, Patricia Bantar, Mavi Feito Torrez, Rossana Genta, Cris Yagueddu, Mónica Insua, Andrea Paula Giola, Herman Daniel Baridon ¡gracias por siempre orar!), Francisco Roca (mi mejor amigo y compañero de estudio), María Jorgelina Echevarria (mi vecina de oro), Fany Garrido (mi primera gran compañera de estudio), Marcela Gibert, Mabel Piccini y Bettina Bernardelli (tres personas que nunca dejaron de hacerme sentir entendido y apreciado por mi trabajo en la revista y por lo que hice durante mi paso por la Facultad; como estudiante valoré mucho que tres profesoras rompan la verticalidad profesor-alumno y me llenen de aplausos), Facundo Maly (compañero de estudio del último examen), Maria Vigo, Stefi Occhi, Micaela Corso, Gabriela Rodriguez, Marisol Farana, Coco Urrutia y tanta gente más con quienes nos acompañamos en este largo camino de aprendizaje y descubrimientos. Gracias a todos por permitirme compartir con ustedes tantos momentos, gracias por permitirme conocer sus vidas y abrirse a conocer la mía, gracias por aceptarme como soy, con toda la infancia y rareza que me caracteriza. Gracias por hacerme sentir querible y querido todos los días.
Lo cierto es que este título le pertenece más a todos ustedes que me apoyaron que a mí mismo; tengo todo para agradecerles, todo le debo a Dios y a esta gran familia que me dio.

Hace unos meses, antes de “casi” recibirme, me preguntaron: “¿qué te llevas de la carrera?”. Poco pude responder en el momento pero mucho me dejó pensando.
Me llevo todo lo que cambié y soy hoy, todas las batallas libradas y todos mis errores. Porque así como no me siento alguien inteligente, sí me siento alguien con mucho coraje y valentía para luchar. Porque ¿qué clase de virtud existe en hacer lo que creemos correcto únicamente cuando es fácil y cómodo hacerlo? En la lucha encontré virtud, porque quien no lucha, simplemente muere; quien no lucha todos los días por sus principios en este mundo corrupto en el que vivimos, simplemente forma parte de esa corrupción. Y tengan por seguro que aquel que por nada se la juega, por nada lucha ni se mantiene firme… también por nada muere.
Y por supuesto que hubo caídas y errores, de hecho hubo más de eso que victorias y aciertos. Pero aun así me llevo conmigo todas esas experiencias; porque cualquiera, o gran parte, llega a recibirse; todos cuentan sus aciertos… pero no cualquier estudiante de medicina tuvo mis errores durante la carrera en la cantidad y magnitud que los tuve yo. Dejo en evidencia, cuento y festejo todas mis caídas (tropezones, raspones, accidentes, derrumbes, catástrofes). Es que de tanta crisis, tanto hacer, tanto intentar, tanto emprender, tanto luchar es imposible no caer, no errar. La carrera me convirtió en un emprendedor compulsivo... vivo siguiendo mis ideas, me acostumbré a realizarlas a todas y no dejar nada pendiente. Prefiero equivocarme por hacer que por no hacer. Nunca escatimo esfuerzo en descubrir cosas nuevas, a todo me adapto, me caigo y me levanto a diario, soy feliz a pesar de los golpes; no le tengo miedo al fracaso ni al dolor. Desarrollé una felicidad fuerte; es decir, no soy feliz porque mi vida es color rosa, soy feliz porque me da la cintura emocional para serlo a pesar de todo, ninguna excusa me viene bien para modificar mi humor.
Eso me llevo de esta carrera: todo lo que crecí por acostumbrarme a convivir con frustración y la actitud de hacer las cosas a pesar de la incomodidad, la dificultad y del miedo. Me convertí en una persona que hoy planearía un festejo aun sabiendo de antemano que mañana desaprobaría el examen. ¡Adiós para siempre al miedo a “darse contra la pared”! ¡Adiós para siempre al dejarse lastimar por los golpes! ¡Viva el error y el aprendizaje basado en experiencias! ¡Viva el celebrar la vida con todas sus cosas buenas y también sus cosas no tan buenas!

Si hay algo que dejé en evidencia es que a los problemas los enfrento dando la cara, sin tener dobles intenciones, sin estrategias ocultas, sin oscuridad, mentiras ni conventillos; a la vida la enfrento luchando con ganas. Toda la mala onda que me mandan, rebota en mí y le vuelve a sus dueños. Me alejé del perfil nefasto de persona que nada hace y, cual licenciado en casi todo, todo menosprecia y critica y nada ve con buenos ojos; me alejé del perfil de estudiante que discurre a través de la carrera de forma invisible y que no hace más que lo mínimo que le corresponde; y me acerqué al perfil de ciudadano que se involucra en el medio donde se desenvuelve y hace algo. No sé si llegué a ser “alguien” durante mi paso por la Facultad, pero indiscutiblemente sí hice algo. Mi voz fue escuchada, mi presencia fue sentida, todos pueden decir que saben quién soy, cómo soy, qué creo y cómo pienso; todos pueden decir que cumplo lo que me propongo y que no me importa el precio de mis sueños y mis principios. Pese a toda mi niñez supe ganarme el respeto de pares y superiores, llegué a sentir cariño cuando caminaba por los pasillos de la Facultad y me encontraba con compañeros, profesores, administrativos y autoridades. Esta Escuela me vio crecer, me vio llorar, me vio derrotado y victorioso, me vio en guerra y en pasión, me vio crear y esforzarme hasta la estupidez, esta escuela sacó lo mejor de mí. ¡Qué lindo haber estudiado Medicina en una Escuela! Deseo de todo corazón que el título de “Facultad” jamás se robe la calidez que caracteriza a esta casa, a este hogar.

Miro hacia este largo “durante” y siento orgullo. Me enorgullece sentir que desde mis formas particulares pertenecí a este hogar; me enorgullece haber llenado mi espacio no por la excelencia académica, ni por seguir pasos obvios, ni por llenar zapatos ajenos y mucho menos por asumir un puesto previamente existente. Me enorgullece haber salido de lo que se espera de un estudiante de Medicina todos los días, me enorgullece haber plantado bandera fuera de lo ortodoxo y aun así llegar hasta el final.

No sé a cuántas personas habré influenciado con mi revista o con mi forma de pensar y vivir la carrera, pero sí sé que cada vez, con cada nuevo emprendimiento y actividad, me siento más vivo. Gracias al tanto hacer, al tanto probar y descubrir, hoy vivo en pasión; vivo con más ganas que miedos, tengo más experiencias que excusas para contar. Es que cada año que pasa siento como si viviese con mayor intensidad, como si cada vez viviese más vidas, en muchos escenarios diferentes y rodeado de muchos maestros distintos de quienes aprender.
Luego de tantas experiencias me siento lleno de herramientas para la vida. Y por eso quiero vivir mi futuro haciendo que cada día cuente, que cada día sea una lucha por mantenerme íntegro, porque lo que más necesita el mundo no es médicos sabiondos, ni gente “buenita” que se calla la boca mientras presencia injusticias. Lo que más necesita el mundo es gente que se levante y se mantenga firme, “hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar a lo injusto el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos”.

Finalizo esta etapa más lleno de preguntas que con las que entré, finalizo habiendo aprendido tanto que ya no siento la necesidad de dejar de aprender. Es que no es posible estudiar al ser más inteligentemente diseñado del mundo y no reconocer que hay un diseñador atrás y tener ganas de explorar el resto de su creación.
El estudiante de Medicina, en mi definición, es un estudiante de diseño inteligente. En el estudio de lo morfológico y de lo funcional del cuerpo humano podemos conocer la mente de un Gran Creador; curiosamente, en ese entonces nos encontramos con un Ser cuyo carácter dista años luz del modelo mágico-religioso que la dictadura científica y religiosa hegemónica nos inculca sobre Él, años luz de las estampitas, las sotanas de oro, los indultos y lo arbitrario. Dios no es un mago, nada es por magia en nuestro cuerpo, todo tiene un porqué y es estudiable, y ahí es justamente de donde nace la ciencia (la ciencia que no caduca, no la pseudo ciencia que financian laboratorios o depende de paradigmas), del estudio de los fenómenos naturales.
Mucha gente pretende vivir en una sub-realidad en la cual uno agarra un libro y recorta cada palabrita con tijera, se sube a un helicóptero y tira todos los papelitos y tapas desde el cielo, y al llegar al suelo, todo se acomoda en perfecto orden listo para ser leído. Yo no vivo en esa sub-realidad; es que en todo el universo hay diseño e inteligencia.
Es en ese Dios de diseño inteligente en quien creo y espero, a Ese Creador lleno de razones y respuestas, lleno de inteligencia y sorpresas, lleno de creatividad, ingenio y poder. Porque de un choque de baldes de pintura no nace la Gioconda, de un choque de cemento, hierro y vidrio no nace un edificio, de un choque de autos no nacen nuevos microorganismos. El diseño jamás es casualidad, la inteligencia tampoco. De la entropía no nace un universo regido por reglas matemáticas y orden nanométrico.

Es por eso que respeto al ser más grande del universo más que a cualquier otro ser, más que a cualquier otra autoridad, más que a cualquier profesora desafiante, más que a cualquier opinólogo calificado, más que a mi propia vida, más que a lo que siento en mi corazón y lo que pienso en mi mente. Aun cuando me duele, aun cuando no entiendo, aun cuando peleo contra mí mismo, te doy la razón y te alabo. Te amo Dios Creador, de toda prueba que permitiste que pase aprendí y crecí, todo me sirvió para bien. No me arrepiento de luchar por ti, no me arrepiento de sufrir a causa de tu Nombre. Siempre fuiste fiel y cumpliste tus promesas. Te pido que tu poder logre salvarme de mí mismo y tu misericordia perdone mi constante rebeldía que lejos está de reflejar tu carácter y ejemplo. Gracias por este recorrido; todo sea para tu gloria, amén.

febrero 01, 2017

4 SUEÑOS

El 21 de noviembre de 2016 soñé que me despertaba y me iba a mirar al espejo. Al mirarme me sorprendía el hecho de que me había crecido barba sólo en una mitad de la cara.

El 3 de enero de 2017 soñé que estaba en una habitación que parecía de juguete (el techo era bajo y todo era de colores pasteles) junto con Flavia y llorando desconsoladamente nos despedíamos de Fran.

Días después soñé que agarraba nueces con mis manos y muy fácilmente, sin usar ningún artefacto, las abría con mis dedos dejándolas completas y sin ningún defecto sobre la mesa.

Noches más tarde, soñé que veía borrosamente hasta que se me acercan un par de lentes, los cuales me pongo, y empiezo a ver nítido como quien ve por primera vez.

enero 19, 2017

DUELE SER

Hoy siento que muero todos los días; con cada decisión que tomo no hago otra cosa que morir. Morir a experiencias, a conocimientos, a gente e incluso al propio ser. Morí a una vida de arte el día que elegí Medicina. Morí a una vida de trotamundos el día que elegí la cárcel universitaria. ¿Qué gané? ¿A cuántos Juanjos morí para ser quién soy hoy? ¿Cuántos Juanjos nacieron cuando nací y cuántos quedarán vivos? ¿Estoy vivo?

Cómo me duele tener que definir cosas en mi vida.
Cómo me duele sentir que las palabras limitan lo que soy.
Cómo me duele sentir que las definiciones limitan mis juegos.
Cómo me duele ver que los límites se llevan el universo de posibilidades.
Cómo me duele darme cuenta que algunas decisiones inevitablemente matan proyectos.
Cómo me duele no poder dividirme en mil personas diferentes.
Cómo me duele sentir que estoy limitado a un solo cuerpo, a una sola vida.
Cómo me duele sentir que hay sueños que se apagan, futuros que desaparecen y oportunidades que pierdo.

Cómo me duele ser.
Cómo me duele morir.