1 de febrero de 2017
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
La dimensión de esta noche tiene mucho
frio, y no me refiero al frio como una temperatura sino como un color. Me
encuentro en una ciudad gigante, llena de edificios, Buenos Aires capital, y lo
único que veo con colores fulgurantes es la iglesia.
Estamos con mis papás y hermana en una
iglesia. Es una iglesia Adventista pero por su arquitectura pareciera una
católica. El servicio aburrido hace que mi familia se disponga a irse. -Me voy
a quedar un rato más, los alcanzo en 5 –dije.
Cuando finalmente salgo de la iglesia, les
escribo a mis papás por whatsapp pero se nos hace muy difícil conectarnos y
coordinar para encontrarnos. Ellos, dando vueltas tratando de encontrarme, y yo
intentando avisarles de un punto de encuentro. Cada punto de encuentro que
acordamos por alguna razón u otra se frustra. Parece estamos en la misma ciudad
pero en distintas dimensiones. Camino cuadra tras cuadra y cada vez me voy
sintiendo más perdido y más adentro de una zona de peligro. Conozco esta ciudad…
y por eso puedo decir que esta ciudad ya no era Buenos Aires.
Mi miedo va creciendo, salto de casa
en casa, como si mis pies tuviesen el poder de saltar alto y largo. Las casas
de esta ciudad parecían cajas de cartón apiladas y dispuestas irregularmente,
como construcciones aleatorias libradas a la suerte del día. Sigo sin darme
cuenta en qué zona estoy. Me decido a subir a un colectivo del transporte
público y con tono asustado, le digo al conductor: bájeme en una zona conocida.
Sentado en el colectivo trato sin
éxito de localizar algún edificio que me de orientación. Ni los edificios, ni
las calles, ni la gente. No sé dónde estoy.
-Te bajo acá, estás a una cuadra del Obelisco
–me dijo el chofer.
Conozco el Obelisco y la 9 de Julio
muy bien, y esto no es a una cuadra del Obelisco pensé. Pero toda la gente
dentro del colectivo, fría y estirada, me invita a bajarme con sus miradas, así
que decido a bajarme de todas formas.
Prendo el GPS del celular para
mandarle a mis papás la localización de donde me encuentro para que puedan
pasar por mí, pero el celular no responde, no funciona. Claramente el día en
esta ciudad tiene mucho más que 24 horas. A juzgar por la luz pareciera ser
siempre las 5-6 de la tarde. Hay luz, pero pronto se apagará.
Camino por las calles, pasando
rápidamente una cuadra y avanzando a la otra. De pronto tengo la sensación de
conocer la zona, como algo instintivo. Acelero mi paso porque mi miedo se
acrecienta. En cualquier momento me pueden hacer cualquier cosa, estoy
totalmente solo e indefenso.
-Sí, esta zona la conozco. Estuve una
vez acá en un sueño –me empieza a invadir un profundo terror-. Es la zona del
castillo.
Estas calles y estilo de edificios
oscuros no puede ser de otro lugar… así es. El castillo que secuestra y del
cual no se puede salir, está ahí.
-Pero queda a muchas capas de
profundidad, ni despertándome del sueño voy a poder irme de tan hondo.
Visto desde afuera, el castillo es
angosto pero alto, por dentro es un laberinto casi infinito de pasillos,
salones y pasadizos. Si bien desde lejos se lo ve de piedra blanca (blanco no
como un color sino como la ausencia de todo pigmento existente), es obvio que
alberga oscuridad y tinieblas. Es alto pero no llega al cielo. Es una especie
de colegio con internado donde todos son adoctrinados. (No me termino de dar
cuenta si es que estoy viviendo esto o lo estoy mirando desde afuera, sentado
en una silla del cine). Me provoca asco y terror las características, conceptos
y actividades que se ven como normalidades ahí adentro… perversiones, obscenidades,
dolor, maldad. No entiendo como los padres envían a sus hijos a esta cárcel tan
estándar.
Parado frente al castillo siento su
poderoso magnetismo, como si el edificio tuviese una fuerza de atracción
inevitable. Me acerco como chupado, como hipnotizado por la mística del espacio
y rápidamente se me acercan 2 soldados-profesores vestidos de negro (uniformes
de estilo gótico-rococó). Como entrando en una inconsciencia profunda, tanto
por el magnetismo y por los extraños movimientos de estos dos, voy cayendo y
ellos me sostienen e introducen en el castillo. Quiero correr en otra dirección
pero la inconsciencia me lo impide.
-¡¡No!!
Adentro otra vez. ¿Cómo fue que logré salir la vez anterior?
Adentro todo es gótico y “sin
colores”.
Sorprendentemente veo gente conocida,
¿qué hacen acá? Mis niños de la iglesia, ¿qué hacen en este lugar?
Los guardias nos introducen, a los
niños de la iglesia y a mí, en una clase para estudiantes especiales, indistintamente
de la edad nos ponen a todos juntos. El aula, muy alta y sin sillas sino llena
de colchones, tiene un televisor antiguo donde transmiten una clase de un
maestro enseñando cosas de escuela normal, se dirige a niños de capacidades
diferentes.
Personalmente sigo experimentando el
sentimiento de terror, tengo la necesidad imperiosa de huir. Rápidamente
inspecciono el aula y encuentro una suerte de pasadizos y aberturas que nos
pueden llevar al patio. Organizo a todos para que salgamos de ahí.
En el patio hay adolescentes, que dan
pelea a los niños de mi grupo. Todo se revoluciona en el castillo ya que ahí
adentro uno no pelea con palabras y golpes, sino que se tiran explosivos, se
destruyen paredes y predomina el humo.
En un momento dado, soy tomado por algunos
guardianes, junto a alguien más que no recuerdo quién es, y nos suben al piso
más alto del castillo.
Se abren las puertas y allí veo una
mesa servida; una mesa de madera robusta, larga y llena de manjares asquerosos.
Sangre para tomar, carne cruda casi viva y demás abominaciones. La habitación
está repleta de armas medievales, velas no encendidas y columnas de piedra. Sentados
en la mesa están los infames del mundo, los directores del castillo. Nos
estaban esperando, hacen ademan de que nos sentemos y compartamos con ellos la
mesa.
Miro con cara de asco la vehemencia
con que comen tales aberraciones. La sangre les escurre por los dientes. Si
bien están vestidos con ropas extravagantes y góticas, sus modales son
grotescos, son como animales. Por supuesto que no puedo probar bocado, me
inundan las náuseas.
En un momento dado, todos detienen su
acto de animalismo alimenticio y nos prestan atención. Me paro de la mesa, me vuelvo
unos pasos hacia atrás y trato de entender qué es lo que tanto les llama la atención.
Me miro las manos y no solo veo sino que también siento que se están cristalizando
(pero no inmovilizando) a sal. Estoy mutando a un humano funcional pero de sal.
Estoy blanco casi celeste, brillante. Totalmente discordante con las
tonalidades de la dimensión. Todos los siniestros nos miran asqueados y
rabiosos, como si estuviésemos con esperanza por dentro, como si algo estuviese
naciendo y ellos no pudiesen acercarse.
Tengo muy vívido el despertar de ese
sueño, el viaje por todas esas capas (o dimensiones) de profundidad. Mentalmente
fue muy desgastante terminar de subir, tantas en tan poco tiempo. Me desperté,
entendí que era un sueño y que había tenido un largo viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario