Diciembre de 2015
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
Me
encuentro en un bosque lleno de árboles descomunales, troncos tan anchos que
sólo pueden ser rodeados por varios humanos tomados de las manos, y tan altos
que llegan al cielo y es recién ahí donde nacen sus ramas y hojas verdes. Me
impresiona la textura tan definida de los troncos, sus surcos tan marcados,
como si alguien hubiese aumentado el contraste y la definición de la dimensión
en la que me encuentro. Miro hacia arriba y observo una bruma que no permite
ver el inicio de las ramas de los árboles ni tampoco divisar los límites en los
horizontes.
La luz
de este bosque proviene únicamente de una luna, una luna de tamaño solar. Se
vive una luz tenue que abre el juego a un inmenso y exquisito repertorio de
sombras y matices. No es de día, pero tampoco de noche; solo sé que es un
momento profundo y lejano, en el límite de una era.
Me llama
la atención el marrón de los troncos y el verde de la hierba silvestre. Son
colores tan nítidos y puros.
Como si
alguien diera inicio a la escena, me invade un profundo miedo, los poros en
toda mi piel destilan adrenalina. Mi respiración agitada y mi piel húmeda no me
permiten disimular el sentimiento de terror que experimento.
Veo
mucha gente, pares, todos aquellos que conocí alguna vez, fuesen de la
dimensión que fuesen, están acá. A diferencia de mí, nadie parece tener miedo o
no tener ganas de que inicien los juegos. Individualmente estoy aterrado, no
quiero perder la vida.
Cada una de las pruebas está diseñadas para dejar gente
en el camino, porque justamente vivir cuesta vida. Cada juego puede tener
pérdidas fatales. Si bien es una competencia, nadie compite con otro ser humano
sino que compite contra sí mismo. El objetivo es capacitarse para llegar.
Miro alrededor y parece no haber ningún dirigente, al
menos no a la vista. De pronto suena un disparo dando inicio al primer juego.
Todos empezamos a correr, sin saber bien qué hacer.
Me doy cuenta, en mi visión personal, que no
necesariamente debo usar las reglas generales para atravesar cada uno de los
juegos. De hecho, usando mis propias herramientas y métodos puedo ir sorteando
los niveles y conservando la vida y el ser.
Muchas instancias pasaron, pruebas con agua, pruebas en
las alturas, en las profundidades, pruebas en encierro, pruebas en movimiento…
numerosas formas de probar la vida, numerosas formas de retarla hasta el límite.
Ninguna prueba dejó de sorprenderme así como tampoco ninguna bastó para dejarme
sin creatividad a la hora de sobrepasarla con particularidad. Para mi sorpresa
nadie moría, nadie quedaba en el camino ante pruebas a las que le había tenido tanto
y tan profundo terror.
Al final del camino todos llegamos con vida al mismo
lugar donde comenzó. Todos se abrazaban y festejaban. En lo personal no podía
salir de mi asombro por el hecho de haber podido llegar, no me lo esperaba de
mí mismo. Era obvio que todos iban a poder hacerlo, pero no que yo iba a poder.
Mi mayor asombro fue el de mi desconfianza. No pude creer
haberle tenido tanto miedo. Si hubiese confiado un poco más en mí no hubiese
sufrido tanto, hubiese disfrutado cada prueba en vez de padecerla. Es que todos
podrían haber muerto, pero nadie murió.
*Una segunda noche continuó el mismo sueño así:
Todos están festejando y abrazándose por haber llegado a
la meta. Como es mi normalidad, me abstraigo del general y como quien siente un
llamado a desviar la mirada, miro hacia abajo. En el suelo están todos los
bolsos de los participantes, ropa tirada y, para mi sorpresa, entre los yuyos
verdes y tierra negra veo billetes, nadie parece verlos. Todo el suelo está
lleno de billetes. Me agacho para tomar un toco de billetes, al agarrarlo en mi
mano hago ademán de abrir el toco en abanico, todo se siente tan fluido como si
estuviésemos sumergidos bajo el agua. Meto los billetes a mi bolsillo y sigo
agarrando más, haciendo el mismo movimiento en abanico… mis bolsillos no
parecen llenarse. Dejo de escuchar a la gente, están cada vez más lejos.
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