Hoy llego a la conclusión de que no importa qué título tengamos, a dónde hayamos llegado, lo mucho o poco que tengamos, todos los viajes que hayamos hecho, los idiomas diferentes que podamos hablar, la personalidad que tengamos, más o menos extrovertida; lo que sí importa, lo que sí hace la diferencia es nuestra capacidad de amar.
Poco amor hay en el
mundo. Y no hablo del amor banal y efervescente, sino del que es resistente y
duradero.
Pocos hay que aman aun
cuando duele, los que aman sin envidia, sin exageración, los que aman y
renuncian a lo indebido. Los que aman de forma tal que cuidan y respetan. Los
que aman sin buscar su propia conveniencia. Los que aman con integridad, sin
mentiras. Los que aman para siempre. Porque un sentimiento que desaparece en
realidad nunca existió.
La peor de todas las
incapacidades, más que cualquier discapacidad física, más que cualquier
discapacidad intelectual, es la incapacidad de amar.