¡¡DEJÁ PROPINA ANTES DE IRTE!!

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mayo 19, 2013

ARISTOCRACIA EN HUÍDA


18 de mayo de 2012
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)

Todo el grupo aristocrático estamos excesivamente maquillados y con ropa de época; parecemos salidos de una obra de teatro. Peinados altos, grises y rosas, ropa inflada, blanco pálida y con excesivos adornos y caras con maquillaje agrietado por las intensas emociones.
El contraste con el ambiente social es fatal. Todo es tecnología, grandes edificios y estructuras. Estamos en el epicentro mundial del bien y del mal, donde los engaños ya no funcionan. La gente del mundo casi que no tiene idea de lo que realmente está pasando. Está demasiada ocupada en los afanes del diario vivir. Aquí, en la reserva, todos sabemos quién es quién, por qué estamos donde estamos y quiénes son las autoridades realmente. Todo está aquí, en la reserva de luz y tinieblas.
Aquí dentro no es como el resto del mundo, aquí hay mucha tecnología pero también hay salvajes que constantemente persiguen a la aristocracia. Ellos viven como animales, muchas veces aparecen embarrados, viven como si tuvieran corazón de bestia y nos tratan con odio instintivo. Se mueven como demonios y están gobernados por las autoridades de los altos edificios de vidrios espejados y oscuros.

Como si fuésemos nosotros los equivocados hemos tenido que sortear eventos en los que los salvajes nos han atacado. De hecho se han llevado a muchos de nosotros y cada vez quedamos menos.

Por fin logramos llegar a una habitación construida arriba de un árbol. En la misma había una larga mesa iluminada con velas y llena de comida. Es como si la habitación y la mesa nos estuviesen esperando, el número exacto de lugares, los alimentos justos; no había dueño de casa ni sirvientes; no había puertas que diesen a alguna cocina o cuartos. Pero todo esto no parecía impresionarnos.
Cada uno se sentó y empezó a comer. Estábamos angustiados. Sabíamos que volverían en cualquier momento.

-No puedo entender cómo hay gente con tanto odio. No puedo entender cómo la gente que conocí humanos llegaron a ser como animales.

 Mi tesoro se sentó en una de las puntas de la mesa. Y yo a su diestra. No era un momento agradable, nadie hablaba. Todos teníamos un nudo en la panza, comíamos porque no sabíamos cuándo volveríamos a hacerlo. El intenso silencio por fuera y los pulsos insoportables de adrenalina corriendo por dentro me hacían mirar hacia todos lados.
-Están viniendo, puedo sentirlo. Están cerca. En cualquier momento aparecerán.

Como espíritus de demonios empezaron a rodear la casa. Gritaban susurros dirigidos a cada uno. Entraban a la habitación como ráfagas y cada uno debía ponerse firme para no ser llevado.

Como un alma que de pronto siente que se muere, grité: -¡Mi tesoro!. Ya no estaba más. Había sido arrebatada de mi lado. Salí fuera de la habitación, gritando: -¡Devuélvanmela! ¡¡A ella no!! Llévenme a mí, a ella no. Gritos, lágrimas, sollozos, desesperación, angustia sin fin.
Débilmente divisé cómo se iba toda embarrada en la oscuridad.
-¿Cómo la habrán convenido para llevársela? ¿Cómo se dejó convencer?

-!No podemos seguir en la reserva! Moriremos todos. Nos llevaran a cada uno. ¡Salgamos! Entre los humanos del mundo ellos no pueden ser tal cual son.

La reserva estaba cercada por un doble gigantesco muro. ¿Cómo llegaríamos allí sin que nos atrapen en el camino? Todo alrededor era césped libre de árboles. Seríamos muy fácilmente visibles.

Ya desesperados, sin más querer que sólamente escapar como sea. Una noche verde corrimos hasta el muro y nos dimos cuenta que había pequeñas ranuras en todo el muro. Haciendo resistencia con los dedos en las ranuras podríamos subir.
Subimos el muro y nos quedamos descansado entre un muro y otro. Éramos un blanco fácil para cualquiera. Algunos demonios vinieron a dialogar con nosotros de forma anónima. Eran imposibles pero sorprendente no llamaron al resto.

Una vez pasado el pasillo que había entre los dos muros vimos la puerta. La puerta no estaba custodiada por nadie, ni había alarmas u otro artefacto. Sólo debíamos cruzarla y salir de allí.

Al salir nos envolvió una nube de humo y al abrir los ojos de nuevo nos vimos en una estación asepiada del mundo engañado. Acá no éramos nadie y todos simulaban ser cosas que no eran.

Todo era oscuro para ser día, y sin colores para ser creación... ¡Qué triste es el engaño!

-Mi tesoro...

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