Junio
2014
Experiencia Abstracta
Diálogos con el Silencio
No puedo parar de vivir
en guerra. No puedo parar de atacarme a mí mismo en el minuto a minuto de cada uno
de los 7 días de la semana, los 365 días del año. No puedo callarme el cerebro,
no puedo dejar de autodestruirme y reconstruirme una y otra vez.
Siento que mi cerebro es
un campo de batalla constante que no me permite la paz ni en silencio mental.
Tener un psiquismo tan
hiperactivo, tan crítico y reactivo me posibilita desarmarme y armarme casi sin
necesidad del exterior. Pero esto lejos de ser agradable tiene sus efectos
colaterales. Mi vida interior tan rica pareciera ser la explicación perfecta
para mi poco interés en relacionarme con otras personas. Todo me aburre y todo
me parece “lento” o “superficial”; claro, porque todo lo comparo con el
tremendo combate filosófico al cual estoy acostumbrado sostener conmigo mismo.
En mi cabeza tengo
tantos puntos de vista, tantas opiniones diferentes, tantos alteregos
contrapuestos que combaten constantemente, que el aburrimiento es algo que
jamás me ha ocurrido, sí el cansancio mental, el agotamiento de la destrucción
y reconstrucción constante, el agotamiento de la filosofía del cambio como
parte de la rutina diaria. A veces ruego silencio mental hasta el punto de querer
escaparme de mí mismo; pero obviamente eso nunca ocurre. Muchas veces ni
siquiera las lágrimas consiguen frenarme.
El resultado de la
guerra es un gran período de depresión martirizante seguida de ideas nuevas de
remodelación y construcción. Pero el nuevo constructo nunca es lo
suficientemente bueno y todo el proceso vuelve a comenzar. Es como si nunca me
fuese suficiente, como si nunca terminara siendo tan yo como quisiera, como si
siempre quedara trecho entre el yo que soy y el yo que quiero ser.
Yo solo me hago llorar,
yo solo me odio y me amo, yo solo me peleo, me consuelo y me exijo cambios. Yo
solo.
Si bien considero que el
silencio mental es una forma de morir, también creo que el silencio mental a
veces es salud y estabilidad. Y por eso es que soy lo menos estable que hay,
vivo en combustión permanente, implosiono con cada cosa que veo. Las dudas, la
confusión, la inexistencia de respuestas concretas me incendian la psiquis y me
trastornan la personalidad. Quiero paz, quiero descanso, quiero que haya alguna
forma de poder callarme el cerebro, de apagarlo y vivir libre del quilombo
neuronal. Ayuda por favor, ¡AYUDA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario