Antes de la acción está
el pensamiento,
Antes del pensamiento,
la idea,
Antes de la idea, el
sentimiento.
Detrás
de las palabras de un libro hay una intención, detrás de un cuadro hay un tono
sentimental, detrás de una película hay una dirección afectiva. No puede haber
una idea donde previamente faltó un sentimiento. “Las más grandes ideas vienen
del dolor” saben decir algunos; sea dolor, alegría, sea amor o enojo… toda
realidad mental y construcción material crece de ellos.
Por
eso es que la función de las musas es provocar algo en los artistas. Por eso es
que para producir arte, un artista primero tiene que encontrar con qué conectar.
Alguien que no siente no puede hacer sentir algo en los demás. Alguien que no
siente no transmite, no es natural, no fluye; alguien que no siente no es.
No
pasa que querés escribir una canción y te sentás a escribirla; sí pasa que en
tu deseo por hacerlo empezás a divagar, a probar cosas nuevas, a hablar con
gente diferente, empezás a salir de tu zona cotidiana y de confort y de repente
conectás con algo que te desestructura, te sorprende y te hace sentir. En ese
entonces, las palabras de la canción simplemente emergen.
A medida que crecemos vamos experimentando
diferentes sentimientos como amor, frustración, arrepentimiento,
vulnerabilidad, angustia, tristeza, pérdida, desesperanza, soledad, ira y la
lista podría seguir. Sentir nos permite conectar. De hecho, el psicoanálisis
dice que toda conexión es un re encuentro. Cuando amo a mi pareja lo que ocurre
es que me re encuentro con el primer sentimiento de satisfacción que tuve en mi
vida, cuando sentí deseos de succionar y mi mamá me acercó a su pecho. Así es
que llego a la conclusión de que lo más profundo en la vida así como lo primero
en el bebé, es sentir.
Un
nuevo reproche le encuentro a la forma de ser que nos propone la sociedad, sus
definiciones nos llenan de prejuicios en contra del sentir. Nos impone que carece
totalmente de solidez, que nos muestra débiles (lo mismo pasa con el pensar y
lo que la dictadura socio-científica dispone que es razonable y lo que no lo es,
pero ese es tema de otro texto). Estoy empezando a creer que lo que nos han
enseñado que es “sentir” y cómo es que “se siente” son falacias estratégicas
que no hacen más que inculcarnos indefensión y una esclavitud inconscientemente
consentida.
Nos
educan para pensar demasiado y sentir muy poco, y así es como juzgamos
demasiado y empatizamos muy poco.
Nada
hay de superficial en lo natural, y lo natural es sentir el registro del aquí y
ahora y dejar salir lo que espontáneamente nace en el interior en consecuencia.
Nada hay de superficial en el fluir sabiendo quién uno es y qué hace, sin saber
qué ocurrirá al instante próximo.
Al
nacer nada sabemos, nada podemos pensar ni razonar; sólo sentimos y hacemos lo
que nuestros reflejos primitivos nos marcan. Al principio sólo sentimos: cómo por
primera vez el aire entra por nuestros pulmones, el roce de la piel y su
temperatura, la luz y la oscuridad, el sonido y el silencio, la humedad…. Nada
se interpreta, entiende ni valora, simplemente ocurre y nos provoca.
Un
hecho que me ha llamado la atención desde el primer parto que presencié, es que
los bebés no lloran como lo esperado cuando, a minutos de haber nacido, les dan
su primer pinchazo. Sin ningún conocimiento previo, no valoran el objeto
“aguja” y lo que ello implica, ni piensan en el dolor que puede provocar, nada
los predispone a sentir dolor. Hasta hoy no había podido analizar esto…
¿Cuántas
veces es más la “idea de dolor” que el sentimiento real de dolor?
¿Cuántas
veces el pensamiento me predispone a un “falso
sentir”?
¿Cuántas
veces la valoración me predispone a no sentir sino más bien a automatizar?
¿Cuántos
automatismos me privan del registro real?
¿Cuántas
veces, automatizándome, retengo el impulso natural de ser y pierdo la
oportunidad de modificarme?
¿Cuántas
veces, por “pensar” a través de prejuicios perdí la oportunidad de conectar?
¿Cuántas
veces, en mi afán por querer estar del lado del “bien” y de lo “perfecto”,
desperdicié la oportunidad de equivocarme, de hacer algo “incorrecto”?
¿Cuántas
cosas “malas” son malas en realidad y cuántas “buenas” lo son realmente?
¿Cuánto
reprimo por simplemente juzgar?
Siento
como si empezara a despertar muy lentamente.
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