3 de julio de 2010
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
Me encuentro en el vestíbulo de un castillo de dimensiones titánicas. Un castillo de época que pareciera haber sido diseñado para que habitasen gigantes. Hacia mis espaldas se encuentra la puerta, algo estrecha a juzgar por su alto. Veo el techo del vestíbulo pero al abrirse el siguiente ambiente no logro divisar límites superiores ya que presenta una suerte de galerías, balcones, escalinatas y ventanales que se extienden hacia arriba engañando a la vista y perdiendo siempre el punto terminal. La siguiente pieza después del pasillo es un salón con piso de tablero de ajedrez impecable, con baldosas hechas en el mundo que conocemos lo que hace, comparando con el tamaño de todo allí, se vean diminutas. Justo entre el vestíbulo y el salón, hacia mis costados empieza el recorrido de escaleras alfombradas que conducen hacia el cielo del castillo. Más adelante, y por debajo de la escalera izquierda se encuentra el único pasaje que lleva al sótano.
Me adelanto y decido ir al sótano por mera curiosidad. Sorprendentemente, el sótano y todo aquí también parece haber sido construido con materiales del mundo común. Las escaleras descendentes son demasiado anchas, su alfombrado rojo impecable llama la atención y se impone sobre el sepia predominante. Al descender, el cuadro es patético, escalofriante y cobrizamente oscuro. El sótano parece constar de sólo un subsuelo pero tan extenso como el equivalente a cientos del salón de baldosas pequeñas.
El ambiente está lleno de tumbas y sepulcros, gente enterrada bajo tierra y al lado de cada tumba mesas con tubos de ensayos, inyecciones y lo que parece ser gente demente que manipula esos cuerpos. Veo cómo la demencia y ausencia de conciencia de parte de los científicos los ha llevado a desarrollar mecanismos mediante los cuales pueden ser ellos y accionarse a través de los cuerpos sometidos.
Estoy parado al fin de la escalera, donde la alfombra roja termina haciendo un círculo en el piso, se puede ver cómo su brillo queda opacado por la pestilencia de la tierra del lugar. Petrificado, como si hubiese descubierto el plan más maquiavélico de todos los tiempos, mi sistema motor no responde a mi instinto natural de huída. Cada segundo parece una eternidad. No dejo de pensar… ¿Por qué elegir esa vida? ¿Por qué dejarse manipular y no ser?
Veo cómo un cuerpo se levanta de su tumba y viene hacia mí, sin inmutarme veo a su amo, sentado en una silla al lado de su tumba, una silla llena de circuitos y cables que es controlada por electricidad somática. La visión es patética y humillante, el cuerpo en proceso de descomposición es usado como un títere. Tal parece que no pueden evitar, ni camuflar la apariencia de muertos de los cadáveres, por eso están al constante asecho para conseguir nuevos adeptos.
De pronto la luz de unas alas iluminó el lugar completo y vi el sitio entero. Mis ojos se iluminaron de la cruda realidad y por ese instante se me fue sacado el velo de la vista. Cuerpos humanos agusanados cual arena del mar moviéndose como animales endemoniados.
¡Este es el mayor engaño! ¿Cómo pueden caer tan bajo? ¿Cómo pueden no ser?
Las alas se apagaron y volvió el sepia cobrizo más oscuro que nunca. Retrocedí, subí las escaleras y miré hacia arriba… hacia el infinito que promete el cielo del castillo. Este es mi consuelo, motivación y sueño.
Ese infinito es mi techo y mi punto final.
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