¡¡DEJÁ PROPINA ANTES DE IRTE!!
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junio 22, 2017
AL MENOS UNA SOLA VEZ EN LA VIDA: DEJATE SENTIR... SIN MIEDO A LO QUE PUEDA PASAR, SIN MIEDO A SUFRIR. DEJATE SENTIR SIN TENER QUE PENSAR EN LO QUE ESTÁ PASANDO, SIN TENER QUE DEFINIRLO O ANALIZARLO, SIN IMPORTAR LO QUE EL MOVIMIENTO DETERMINE, SIN IMPORTARTE POR EL EGO NI LA VERGUENZA. DEJATE SENTIR, LEJOS DE LAS PALABRAS Y DEFINICIONES, LEJOS DE LOS CONCEPTOS Y REGLAS. DEJATE SENTIR COMO SI NUNCA ANTES HUBIESES SENTIDO ALGO, VIRGEN DE PREJUICIOS Y EXPERIENCIAS, LEJOS DE LA ARMADURA Y CERCA DEL REGISTRO, LEJOS DE LO YA ARMADO Y CERCA DE LO ESPONTÁNEO, LEJOS DE LO SABIDO Y CERCA DE LO OLVIDADO, LEJOS DE LO APRENDIDO Y CERCA DE LO PRIMARIO.
FRIO Y PELIGRO
1 de febrero de 2017
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
La dimensión de esta noche tiene mucho
frio, y no me refiero al frio como una temperatura sino como un color. Me
encuentro en una ciudad gigante, llena de edificios, Buenos Aires capital, y lo
único que veo con colores fulgurantes es la iglesia.
Estamos con mis papás y hermana en una
iglesia. Es una iglesia Adventista pero por su arquitectura pareciera una
católica. El servicio aburrido hace que mi familia se disponga a irse. -Me voy
a quedar un rato más, los alcanzo en 5 –dije.
Cuando finalmente salgo de la iglesia, les
escribo a mis papás por whatsapp pero se nos hace muy difícil conectarnos y
coordinar para encontrarnos. Ellos, dando vueltas tratando de encontrarme, y yo
intentando avisarles de un punto de encuentro. Cada punto de encuentro que
acordamos por alguna razón u otra se frustra. Parece estamos en la misma ciudad
pero en distintas dimensiones. Camino cuadra tras cuadra y cada vez me voy
sintiendo más perdido y más adentro de una zona de peligro. Conozco esta ciudad…
y por eso puedo decir que esta ciudad ya no era Buenos Aires.
Mi miedo va creciendo, salto de casa
en casa, como si mis pies tuviesen el poder de saltar alto y largo. Las casas
de esta ciudad parecían cajas de cartón apiladas y dispuestas irregularmente,
como construcciones aleatorias libradas a la suerte del día. Sigo sin darme
cuenta en qué zona estoy. Me decido a subir a un colectivo del transporte
público y con tono asustado, le digo al conductor: bájeme en una zona conocida.
Sentado en el colectivo trato sin
éxito de localizar algún edificio que me de orientación. Ni los edificios, ni
las calles, ni la gente. No sé dónde estoy.
-Te bajo acá, estás a una cuadra del Obelisco
–me dijo el chofer.
Conozco el Obelisco y la 9 de Julio
muy bien, y esto no es a una cuadra del Obelisco pensé. Pero toda la gente
dentro del colectivo, fría y estirada, me invita a bajarme con sus miradas, así
que decido a bajarme de todas formas.
Prendo el GPS del celular para
mandarle a mis papás la localización de donde me encuentro para que puedan
pasar por mí, pero el celular no responde, no funciona. Claramente el día en
esta ciudad tiene mucho más que 24 horas. A juzgar por la luz pareciera ser
siempre las 5-6 de la tarde. Hay luz, pero pronto se apagará.
Camino por las calles, pasando
rápidamente una cuadra y avanzando a la otra. De pronto tengo la sensación de
conocer la zona, como algo instintivo. Acelero mi paso porque mi miedo se
acrecienta. En cualquier momento me pueden hacer cualquier cosa, estoy
totalmente solo e indefenso.
-Sí, esta zona la conozco. Estuve una
vez acá en un sueño –me empieza a invadir un profundo terror-. Es la zona del
castillo.
Estas calles y estilo de edificios
oscuros no puede ser de otro lugar… así es. El castillo que secuestra y del
cual no se puede salir, está ahí.
-Pero queda a muchas capas de
profundidad, ni despertándome del sueño voy a poder irme de tan hondo.
Visto desde afuera, el castillo es
angosto pero alto, por dentro es un laberinto casi infinito de pasillos,
salones y pasadizos. Si bien desde lejos se lo ve de piedra blanca (blanco no
como un color sino como la ausencia de todo pigmento existente), es obvio que
alberga oscuridad y tinieblas. Es alto pero no llega al cielo. Es una especie
de colegio con internado donde todos son adoctrinados. (No me termino de dar
cuenta si es que estoy viviendo esto o lo estoy mirando desde afuera, sentado
en una silla del cine). Me provoca asco y terror las características, conceptos
y actividades que se ven como normalidades ahí adentro… perversiones, obscenidades,
dolor, maldad. No entiendo como los padres envían a sus hijos a esta cárcel tan
estándar.
Parado frente al castillo siento su
poderoso magnetismo, como si el edificio tuviese una fuerza de atracción
inevitable. Me acerco como chupado, como hipnotizado por la mística del espacio
y rápidamente se me acercan 2 soldados-profesores vestidos de negro (uniformes
de estilo gótico-rococó). Como entrando en una inconsciencia profunda, tanto
por el magnetismo y por los extraños movimientos de estos dos, voy cayendo y
ellos me sostienen e introducen en el castillo. Quiero correr en otra dirección
pero la inconsciencia me lo impide.
-¡¡No!!
Adentro otra vez. ¿Cómo fue que logré salir la vez anterior?
Adentro todo es gótico y “sin
colores”.
Sorprendentemente veo gente conocida,
¿qué hacen acá? Mis niños de la iglesia, ¿qué hacen en este lugar?
Los guardias nos introducen, a los
niños de la iglesia y a mí, en una clase para estudiantes especiales, indistintamente
de la edad nos ponen a todos juntos. El aula, muy alta y sin sillas sino llena
de colchones, tiene un televisor antiguo donde transmiten una clase de un
maestro enseñando cosas de escuela normal, se dirige a niños de capacidades
diferentes.
Personalmente sigo experimentando el
sentimiento de terror, tengo la necesidad imperiosa de huir. Rápidamente
inspecciono el aula y encuentro una suerte de pasadizos y aberturas que nos
pueden llevar al patio. Organizo a todos para que salgamos de ahí.
En el patio hay adolescentes, que dan
pelea a los niños de mi grupo. Todo se revoluciona en el castillo ya que ahí
adentro uno no pelea con palabras y golpes, sino que se tiran explosivos, se
destruyen paredes y predomina el humo.
En un momento dado, soy tomado por algunos
guardianes, junto a alguien más que no recuerdo quién es, y nos suben al piso
más alto del castillo.
Se abren las puertas y allí veo una
mesa servida; una mesa de madera robusta, larga y llena de manjares asquerosos.
Sangre para tomar, carne cruda casi viva y demás abominaciones. La habitación
está repleta de armas medievales, velas no encendidas y columnas de piedra. Sentados
en la mesa están los infames del mundo, los directores del castillo. Nos
estaban esperando, hacen ademan de que nos sentemos y compartamos con ellos la
mesa.
Miro con cara de asco la vehemencia
con que comen tales aberraciones. La sangre les escurre por los dientes. Si
bien están vestidos con ropas extravagantes y góticas, sus modales son
grotescos, son como animales. Por supuesto que no puedo probar bocado, me
inundan las náuseas.
En un momento dado, todos detienen su
acto de animalismo alimenticio y nos prestan atención. Me paro de la mesa, me vuelvo
unos pasos hacia atrás y trato de entender qué es lo que tanto les llama la atención.
Me miro las manos y no solo veo sino que también siento que se están cristalizando
(pero no inmovilizando) a sal. Estoy mutando a un humano funcional pero de sal.
Estoy blanco casi celeste, brillante. Totalmente discordante con las
tonalidades de la dimensión. Todos los siniestros nos miran asqueados y
rabiosos, como si estuviésemos con esperanza por dentro, como si algo estuviese
naciendo y ellos no pudiesen acercarse.
Tengo muy vívido el despertar de ese
sueño, el viaje por todas esas capas (o dimensiones) de profundidad. Mentalmente
fue muy desgastante terminar de subir, tantas en tan poco tiempo. Me desperté,
entendí que era un sueño y que había tenido un largo viaje.
junio 21, 2017
MASCOTA COLOR PETROLEO
Octubre 2016
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
Me
encuentro en el patio de mi casa. Y como si hubiese una gran pausa existencial
nada se mueve, ni las partículas en el aire que parecieran brillar en tonos
dorados mientras lo demás todo tiene un tinte color plomo. El verde del pasto
parece frio, el viento apagado por la pausa, las hojas de las palmeras casi
negras, los vidrios de la casa parecen espejos, todo muere en colores fríos.
Lo que
me impregna de un sentimiento de alerta es algo que sí parece moverse, un par
de ojos miran todo desde arriba. Vuelvo a repasar los árboles y me doy cuenta
que al lado de una de las palmeras, casi inmóvil se encuentra una especie de
animal que nunca había visto, una jirafa con piel de serpiente, piel color petróleo.
Lentamente
repaso con la mirada su piel, sus patas, su cuerpo, su largo cuello y su cabeza…
finalmente llego a sus ojos. Qué mirada tan aterrante y adictiva al mismo
tiempo.
-Tal vez
la pausa abrió mis sentidos a otra dimensión.
Me
inunda el miedo por lo propio. Siempre viví en esta casa y es en este instante
que por primera vez veo a esta bestia que hace años vengo alimentando sin ser
consciente del peligro. Mi mascota.
junio 20, 2017
JUEGOS EN EL BOSQUE
Diciembre de 2015
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
Me
encuentro en un bosque lleno de árboles descomunales, troncos tan anchos que
sólo pueden ser rodeados por varios humanos tomados de las manos, y tan altos
que llegan al cielo y es recién ahí donde nacen sus ramas y hojas verdes. Me
impresiona la textura tan definida de los troncos, sus surcos tan marcados,
como si alguien hubiese aumentado el contraste y la definición de la dimensión
en la que me encuentro. Miro hacia arriba y observo una bruma que no permite
ver el inicio de las ramas de los árboles ni tampoco divisar los límites en los
horizontes.
La luz
de este bosque proviene únicamente de una luna, una luna de tamaño solar. Se
vive una luz tenue que abre el juego a un inmenso y exquisito repertorio de
sombras y matices. No es de día, pero tampoco de noche; solo sé que es un
momento profundo y lejano, en el límite de una era.
Me llama
la atención el marrón de los troncos y el verde de la hierba silvestre. Son
colores tan nítidos y puros.
Como si
alguien diera inicio a la escena, me invade un profundo miedo, los poros en
toda mi piel destilan adrenalina. Mi respiración agitada y mi piel húmeda no me
permiten disimular el sentimiento de terror que experimento.
Veo
mucha gente, pares, todos aquellos que conocí alguna vez, fuesen de la
dimensión que fuesen, están acá. A diferencia de mí, nadie parece tener miedo o
no tener ganas de que inicien los juegos. Individualmente estoy aterrado, no
quiero perder la vida.
Cada una de las pruebas está diseñadas para dejar gente
en el camino, porque justamente vivir cuesta vida. Cada juego puede tener
pérdidas fatales. Si bien es una competencia, nadie compite con otro ser humano
sino que compite contra sí mismo. El objetivo es capacitarse para llegar.
Miro alrededor y parece no haber ningún dirigente, al
menos no a la vista. De pronto suena un disparo dando inicio al primer juego.
Todos empezamos a correr, sin saber bien qué hacer.
Me doy cuenta, en mi visión personal, que no
necesariamente debo usar las reglas generales para atravesar cada uno de los
juegos. De hecho, usando mis propias herramientas y métodos puedo ir sorteando
los niveles y conservando la vida y el ser.
Muchas instancias pasaron, pruebas con agua, pruebas en
las alturas, en las profundidades, pruebas en encierro, pruebas en movimiento…
numerosas formas de probar la vida, numerosas formas de retarla hasta el límite.
Ninguna prueba dejó de sorprenderme así como tampoco ninguna bastó para dejarme
sin creatividad a la hora de sobrepasarla con particularidad. Para mi sorpresa
nadie moría, nadie quedaba en el camino ante pruebas a las que le había tenido tanto
y tan profundo terror.
Al final del camino todos llegamos con vida al mismo
lugar donde comenzó. Todos se abrazaban y festejaban. En lo personal no podía
salir de mi asombro por el hecho de haber podido llegar, no me lo esperaba de
mí mismo. Era obvio que todos iban a poder hacerlo, pero no que yo iba a poder.
Mi mayor asombro fue el de mi desconfianza. No pude creer
haberle tenido tanto miedo. Si hubiese confiado un poco más en mí no hubiese
sufrido tanto, hubiese disfrutado cada prueba en vez de padecerla. Es que todos
podrían haber muerto, pero nadie murió.
*Una segunda noche continuó el mismo sueño así:
Todos están festejando y abrazándose por haber llegado a
la meta. Como es mi normalidad, me abstraigo del general y como quien siente un
llamado a desviar la mirada, miro hacia abajo. En el suelo están todos los
bolsos de los participantes, ropa tirada y, para mi sorpresa, entre los yuyos
verdes y tierra negra veo billetes, nadie parece verlos. Todo el suelo está
lleno de billetes. Me agacho para tomar un toco de billetes, al agarrarlo en mi
mano hago ademán de abrir el toco en abanico, todo se siente tan fluido como si
estuviésemos sumergidos bajo el agua. Meto los billetes a mi bolsillo y sigo
agarrando más, haciendo el mismo movimiento en abanico… mis bolsillos no
parecen llenarse. Dejo de escuchar a la gente, están cada vez más lejos.
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