Las personas mayores adoran las cifras. Cuando
uno les habla de un nuevo paciente nunca preguntan cosas esenciales. Nunca
dicen: “¿Cuál es el tono de su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Colecciona
mariposas?” En cambio preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene?
¿Cuánto pesa? ¿De qué trabaja su padre? Sólo entonces creen conocerlo. Si uno
le dice a las personas mayores: “Conocí a un simpático pacientito que no deja
de hablar y soñar con los ojos abiertos…” no acertarán a imaginárselo. Hay que
decirles “Vi un síndrome nefrótico en estudio”. Entonces exclaman: “¡Qué
interesante es!”
¡¡DEJÁ PROPINA ANTES DE IRTE!!
.
noviembre 18, 2017
julio 15, 2017
junio 22, 2017
AL MENOS UNA SOLA VEZ EN LA VIDA: DEJATE SENTIR... SIN MIEDO A LO QUE PUEDA PASAR, SIN MIEDO A SUFRIR. DEJATE SENTIR SIN TENER QUE PENSAR EN LO QUE ESTÁ PASANDO, SIN TENER QUE DEFINIRLO O ANALIZARLO, SIN IMPORTAR LO QUE EL MOVIMIENTO DETERMINE, SIN IMPORTARTE POR EL EGO NI LA VERGUENZA. DEJATE SENTIR, LEJOS DE LAS PALABRAS Y DEFINICIONES, LEJOS DE LOS CONCEPTOS Y REGLAS. DEJATE SENTIR COMO SI NUNCA ANTES HUBIESES SENTIDO ALGO, VIRGEN DE PREJUICIOS Y EXPERIENCIAS, LEJOS DE LA ARMADURA Y CERCA DEL REGISTRO, LEJOS DE LO YA ARMADO Y CERCA DE LO ESPONTÁNEO, LEJOS DE LO SABIDO Y CERCA DE LO OLVIDADO, LEJOS DE LO APRENDIDO Y CERCA DE LO PRIMARIO.
FRIO Y PELIGRO
1 de febrero de 2017
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
La dimensión de esta noche tiene mucho
frio, y no me refiero al frio como una temperatura sino como un color. Me
encuentro en una ciudad gigante, llena de edificios, Buenos Aires capital, y lo
único que veo con colores fulgurantes es la iglesia.
Estamos con mis papás y hermana en una
iglesia. Es una iglesia Adventista pero por su arquitectura pareciera una
católica. El servicio aburrido hace que mi familia se disponga a irse. -Me voy
a quedar un rato más, los alcanzo en 5 –dije.
Cuando finalmente salgo de la iglesia, les
escribo a mis papás por whatsapp pero se nos hace muy difícil conectarnos y
coordinar para encontrarnos. Ellos, dando vueltas tratando de encontrarme, y yo
intentando avisarles de un punto de encuentro. Cada punto de encuentro que
acordamos por alguna razón u otra se frustra. Parece estamos en la misma ciudad
pero en distintas dimensiones. Camino cuadra tras cuadra y cada vez me voy
sintiendo más perdido y más adentro de una zona de peligro. Conozco esta ciudad…
y por eso puedo decir que esta ciudad ya no era Buenos Aires.
Mi miedo va creciendo, salto de casa
en casa, como si mis pies tuviesen el poder de saltar alto y largo. Las casas
de esta ciudad parecían cajas de cartón apiladas y dispuestas irregularmente,
como construcciones aleatorias libradas a la suerte del día. Sigo sin darme
cuenta en qué zona estoy. Me decido a subir a un colectivo del transporte
público y con tono asustado, le digo al conductor: bájeme en una zona conocida.
Sentado en el colectivo trato sin
éxito de localizar algún edificio que me de orientación. Ni los edificios, ni
las calles, ni la gente. No sé dónde estoy.
-Te bajo acá, estás a una cuadra del Obelisco
–me dijo el chofer.
Conozco el Obelisco y la 9 de Julio
muy bien, y esto no es a una cuadra del Obelisco pensé. Pero toda la gente
dentro del colectivo, fría y estirada, me invita a bajarme con sus miradas, así
que decido a bajarme de todas formas.
Prendo el GPS del celular para
mandarle a mis papás la localización de donde me encuentro para que puedan
pasar por mí, pero el celular no responde, no funciona. Claramente el día en
esta ciudad tiene mucho más que 24 horas. A juzgar por la luz pareciera ser
siempre las 5-6 de la tarde. Hay luz, pero pronto se apagará.
Camino por las calles, pasando
rápidamente una cuadra y avanzando a la otra. De pronto tengo la sensación de
conocer la zona, como algo instintivo. Acelero mi paso porque mi miedo se
acrecienta. En cualquier momento me pueden hacer cualquier cosa, estoy
totalmente solo e indefenso.
-Sí, esta zona la conozco. Estuve una
vez acá en un sueño –me empieza a invadir un profundo terror-. Es la zona del
castillo.
Estas calles y estilo de edificios
oscuros no puede ser de otro lugar… así es. El castillo que secuestra y del
cual no se puede salir, está ahí.
-Pero queda a muchas capas de
profundidad, ni despertándome del sueño voy a poder irme de tan hondo.
Visto desde afuera, el castillo es
angosto pero alto, por dentro es un laberinto casi infinito de pasillos,
salones y pasadizos. Si bien desde lejos se lo ve de piedra blanca (blanco no
como un color sino como la ausencia de todo pigmento existente), es obvio que
alberga oscuridad y tinieblas. Es alto pero no llega al cielo. Es una especie
de colegio con internado donde todos son adoctrinados. (No me termino de dar
cuenta si es que estoy viviendo esto o lo estoy mirando desde afuera, sentado
en una silla del cine). Me provoca asco y terror las características, conceptos
y actividades que se ven como normalidades ahí adentro… perversiones, obscenidades,
dolor, maldad. No entiendo como los padres envían a sus hijos a esta cárcel tan
estándar.
Parado frente al castillo siento su
poderoso magnetismo, como si el edificio tuviese una fuerza de atracción
inevitable. Me acerco como chupado, como hipnotizado por la mística del espacio
y rápidamente se me acercan 2 soldados-profesores vestidos de negro (uniformes
de estilo gótico-rococó). Como entrando en una inconsciencia profunda, tanto
por el magnetismo y por los extraños movimientos de estos dos, voy cayendo y
ellos me sostienen e introducen en el castillo. Quiero correr en otra dirección
pero la inconsciencia me lo impide.
-¡¡No!!
Adentro otra vez. ¿Cómo fue que logré salir la vez anterior?
Adentro todo es gótico y “sin
colores”.
Sorprendentemente veo gente conocida,
¿qué hacen acá? Mis niños de la iglesia, ¿qué hacen en este lugar?
Los guardias nos introducen, a los
niños de la iglesia y a mí, en una clase para estudiantes especiales, indistintamente
de la edad nos ponen a todos juntos. El aula, muy alta y sin sillas sino llena
de colchones, tiene un televisor antiguo donde transmiten una clase de un
maestro enseñando cosas de escuela normal, se dirige a niños de capacidades
diferentes.
Personalmente sigo experimentando el
sentimiento de terror, tengo la necesidad imperiosa de huir. Rápidamente
inspecciono el aula y encuentro una suerte de pasadizos y aberturas que nos
pueden llevar al patio. Organizo a todos para que salgamos de ahí.
En el patio hay adolescentes, que dan
pelea a los niños de mi grupo. Todo se revoluciona en el castillo ya que ahí
adentro uno no pelea con palabras y golpes, sino que se tiran explosivos, se
destruyen paredes y predomina el humo.
En un momento dado, soy tomado por algunos
guardianes, junto a alguien más que no recuerdo quién es, y nos suben al piso
más alto del castillo.
Se abren las puertas y allí veo una
mesa servida; una mesa de madera robusta, larga y llena de manjares asquerosos.
Sangre para tomar, carne cruda casi viva y demás abominaciones. La habitación
está repleta de armas medievales, velas no encendidas y columnas de piedra. Sentados
en la mesa están los infames del mundo, los directores del castillo. Nos
estaban esperando, hacen ademan de que nos sentemos y compartamos con ellos la
mesa.
Miro con cara de asco la vehemencia
con que comen tales aberraciones. La sangre les escurre por los dientes. Si
bien están vestidos con ropas extravagantes y góticas, sus modales son
grotescos, son como animales. Por supuesto que no puedo probar bocado, me
inundan las náuseas.
En un momento dado, todos detienen su
acto de animalismo alimenticio y nos prestan atención. Me paro de la mesa, me vuelvo
unos pasos hacia atrás y trato de entender qué es lo que tanto les llama la atención.
Me miro las manos y no solo veo sino que también siento que se están cristalizando
(pero no inmovilizando) a sal. Estoy mutando a un humano funcional pero de sal.
Estoy blanco casi celeste, brillante. Totalmente discordante con las
tonalidades de la dimensión. Todos los siniestros nos miran asqueados y
rabiosos, como si estuviésemos con esperanza por dentro, como si algo estuviese
naciendo y ellos no pudiesen acercarse.
Tengo muy vívido el despertar de ese
sueño, el viaje por todas esas capas (o dimensiones) de profundidad. Mentalmente
fue muy desgastante terminar de subir, tantas en tan poco tiempo. Me desperté,
entendí que era un sueño y que había tenido un largo viaje.
junio 21, 2017
MASCOTA COLOR PETROLEO
Octubre 2016
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
Me
encuentro en el patio de mi casa. Y como si hubiese una gran pausa existencial
nada se mueve, ni las partículas en el aire que parecieran brillar en tonos
dorados mientras lo demás todo tiene un tinte color plomo. El verde del pasto
parece frio, el viento apagado por la pausa, las hojas de las palmeras casi
negras, los vidrios de la casa parecen espejos, todo muere en colores fríos.
Lo que
me impregna de un sentimiento de alerta es algo que sí parece moverse, un par
de ojos miran todo desde arriba. Vuelvo a repasar los árboles y me doy cuenta
que al lado de una de las palmeras, casi inmóvil se encuentra una especie de
animal que nunca había visto, una jirafa con piel de serpiente, piel color petróleo.
Lentamente
repaso con la mirada su piel, sus patas, su cuerpo, su largo cuello y su cabeza…
finalmente llego a sus ojos. Qué mirada tan aterrante y adictiva al mismo
tiempo.
-Tal vez
la pausa abrió mis sentidos a otra dimensión.
Me
inunda el miedo por lo propio. Siempre viví en esta casa y es en este instante
que por primera vez veo a esta bestia que hace años vengo alimentando sin ser
consciente del peligro. Mi mascota.
junio 20, 2017
JUEGOS EN EL BOSQUE
Diciembre de 2015
Cuentos del País de los Sueños (Siempre&Constante)
Me
encuentro en un bosque lleno de árboles descomunales, troncos tan anchos que
sólo pueden ser rodeados por varios humanos tomados de las manos, y tan altos
que llegan al cielo y es recién ahí donde nacen sus ramas y hojas verdes. Me
impresiona la textura tan definida de los troncos, sus surcos tan marcados,
como si alguien hubiese aumentado el contraste y la definición de la dimensión
en la que me encuentro. Miro hacia arriba y observo una bruma que no permite
ver el inicio de las ramas de los árboles ni tampoco divisar los límites en los
horizontes.
La luz
de este bosque proviene únicamente de una luna, una luna de tamaño solar. Se
vive una luz tenue que abre el juego a un inmenso y exquisito repertorio de
sombras y matices. No es de día, pero tampoco de noche; solo sé que es un
momento profundo y lejano, en el límite de una era.
Me llama
la atención el marrón de los troncos y el verde de la hierba silvestre. Son
colores tan nítidos y puros.
Como si
alguien diera inicio a la escena, me invade un profundo miedo, los poros en
toda mi piel destilan adrenalina. Mi respiración agitada y mi piel húmeda no me
permiten disimular el sentimiento de terror que experimento.
Veo
mucha gente, pares, todos aquellos que conocí alguna vez, fuesen de la
dimensión que fuesen, están acá. A diferencia de mí, nadie parece tener miedo o
no tener ganas de que inicien los juegos. Individualmente estoy aterrado, no
quiero perder la vida.
Cada una de las pruebas está diseñadas para dejar gente
en el camino, porque justamente vivir cuesta vida. Cada juego puede tener
pérdidas fatales. Si bien es una competencia, nadie compite con otro ser humano
sino que compite contra sí mismo. El objetivo es capacitarse para llegar.
Miro alrededor y parece no haber ningún dirigente, al
menos no a la vista. De pronto suena un disparo dando inicio al primer juego.
Todos empezamos a correr, sin saber bien qué hacer.
Me doy cuenta, en mi visión personal, que no
necesariamente debo usar las reglas generales para atravesar cada uno de los
juegos. De hecho, usando mis propias herramientas y métodos puedo ir sorteando
los niveles y conservando la vida y el ser.
Muchas instancias pasaron, pruebas con agua, pruebas en
las alturas, en las profundidades, pruebas en encierro, pruebas en movimiento…
numerosas formas de probar la vida, numerosas formas de retarla hasta el límite.
Ninguna prueba dejó de sorprenderme así como tampoco ninguna bastó para dejarme
sin creatividad a la hora de sobrepasarla con particularidad. Para mi sorpresa
nadie moría, nadie quedaba en el camino ante pruebas a las que le había tenido tanto
y tan profundo terror.
Al final del camino todos llegamos con vida al mismo
lugar donde comenzó. Todos se abrazaban y festejaban. En lo personal no podía
salir de mi asombro por el hecho de haber podido llegar, no me lo esperaba de
mí mismo. Era obvio que todos iban a poder hacerlo, pero no que yo iba a poder.
Mi mayor asombro fue el de mi desconfianza. No pude creer
haberle tenido tanto miedo. Si hubiese confiado un poco más en mí no hubiese
sufrido tanto, hubiese disfrutado cada prueba en vez de padecerla. Es que todos
podrían haber muerto, pero nadie murió.
*Una segunda noche continuó el mismo sueño así:
Todos están festejando y abrazándose por haber llegado a
la meta. Como es mi normalidad, me abstraigo del general y como quien siente un
llamado a desviar la mirada, miro hacia abajo. En el suelo están todos los
bolsos de los participantes, ropa tirada y, para mi sorpresa, entre los yuyos
verdes y tierra negra veo billetes, nadie parece verlos. Todo el suelo está
lleno de billetes. Me agacho para tomar un toco de billetes, al agarrarlo en mi
mano hago ademán de abrir el toco en abanico, todo se siente tan fluido como si
estuviésemos sumergidos bajo el agua. Meto los billetes a mi bolsillo y sigo
agarrando más, haciendo el mismo movimiento en abanico… mis bolsillos no
parecen llenarse. Dejo de escuchar a la gente, están cada vez más lejos.
febrero 15, 2017
FINAL DE GUERRA
Muchas
veces en estos años llore en soledad por sentirme poco inteligente; nunca
estuve a la altura de la carrera y nunca dejé de sentirme un desubicado. Siendo
sincero, esta carrera estuvo demasiado lejos de mi zona de confort, demasiado
lejos de mis capacidades intelectuales. Muchas veces le pedí a Dios
inteligencia para poder avanzar. Indudablemente fue un “durante” (camino) muy,
muy largo… incluso en este momento no puedo creer que finalmente llegó el día.
Más que una carrera fue una guerra contra mí mismo; no hubo un sólo día que no
pensase dejarla y dedicarme a las ideas que constantemente me invaden la
cabeza; todos los días creí que no iba a llegar. ¡Cuánto crecí, cuánto tuve que
cambiar!
Si
hay algo que el sentimiento de no pertenecer me dio, y que le agradezco
profundamente, es el haber desarrollado la actitud de “no morir en la
Facultad”. Claramente no fue una carrera corriendo, más bien fue un recorrido
despertándome a la vida, así aprendí mucho más que solo Medicina. Aprendí a
amar la vida y, como dice la frase, la vida me amó cien veces más.
Mucha
gente me decía: “dejá de perder tiempo con tu revista” “¿no te das cuenta que
son pavadas?”. Serían pavadas para la gente pero para mí no. Al fin y al cabo
soy una persona con múltiples intereses, y sinceramente me parecen muy
aburridos aquellos con mentalidad monotemática que nada aprecian y entienden
fuera de lo único o nada que les interesa. “El que solo hace Medicina ni
Medicina hace”, es que la realidad no viene dividida en disciplinas y carreras.
Lo triste es que mientras uno más “compra” y se cree esa división absurda más
vive dentro de la falacia de la caverna con las figuras en las paredes, y menos
vive el conocimiento orgánico, basado en experiencias, fuera de la caverna.
¿Qué es Medicina y qué no lo es?
Por
otro lado, muchos me han dicho que no me comporto como alguien serio o que no
me visto como un adulto y tantas otras superficialidades con las cuales la
gente, pares incluidos, evalúa si vas a ser “un profesional serio y bueno” o
no; porque en el mundo que vivimos lo que importa es que uses camisa, zapatos,
tengas prolijo el pelo y que no sonrías mucho, no importa tu sensibilidad
humana. Deseo que algún día el sistema deje de crear médicos que piensen “como
médicos”, abogados que “se comporten como abogados”, y dejen de uniformar y
esclavizar tanto las mentes de sus productos profesionales. Ojalá algún día los
médicos, los abogados, los políticos, los docentes, los enfermeros, los
ingenieros, y todos aquellos que tienen el privilegio de acceder a un
conocimiento superior, piensen y actúen como humanos.
Soy
un convencido de que el error está en la mayoría y no en mí, y por eso
agradezco todos los días el no parecer médico y sí seguir pareciendo humano, o
mejor aún, sí seguir pareciendo niño; porque gracias a eso seré un médico que
escribe, que es creativo, que ríe, que disfruta de la consulta con sus
pacientes, que sabe apreciar y entender, seré un médico feliz, un humano feliz.
Algo que la gran mayoría de las personas no llega a ser en toda la vida.
Porque
¿cuánta gente vive en pasión? En otras palabras ¿cuánta gente descubrió quién
es y vive haciendo aquello que es? Dentro del ámbito médico es muy fácil ver
que la mayoría es gente quejosa que le encanta renegar de todo pero con poca
iniciativa y creatividad para cambiar y mejorar lo que los rodea. La profesión
está llena de títulos de médico carentes de médicos de alma. Los hospitales
están llenos de trabajadores que no sonríen, están lleno de egos y miserias,
llenos de chusmeríos y gente adulta que se comporta como adolescente. Incluso
en muchos compañeros de la Facultad, uno puede ver que a medida que pasan los
años, se les va hinchando el pecho (se van convirtiendo en “profesionales
serios”), y es así que terminan recibiéndose sin tener un mínimo de respeto y
empatía para con los demás, sin ningún escrúpulo a la hora de pisar cabezas y
ensuciar a otros. Como si el conocimiento los hubiese cambiado para mal; en vez
de darles humildad, empatía humana y curiosidad por todo, los subió al pony del
super héroe médico y les dio soberbia, los hizo creerse superiores y, por tanto
esfuerzo en el estudio, los hizo sentirse con derecho a una vida de lujos en
vez de darles el sentido de responsabilidad por servir a los demás. Nunca dejé
de preguntarme ¿cómo es que si hacen lo que aman no vuelan? En otras palabras:
¿cómo es que si hacen lo que aman no se los ve felices? Nunca lo entendí;
porque cuando uno vive en pasión todo fluye, no hay crítica que te ofenda, no
hay situación que te frustre, no hay excusa que valga para detenerte, no hay
interrupción de la felicidad, no hay lugar para la destrucción ni para el odio;
sólo se vuela, solo sale amor. Ni tiempo se gasta en hablar de los demás, casi
que solo se habla de ideas, pensamientos, proyectos, ganas y soluciones.
Tal
vez sea por eso que gran parte de la carrera peleé contra el "perfil
médico" y tantas otras características del gremio. Sé que durante mucho
las autoridades me vieron como un “bardero”, un “cabecilla”, alguien con
“problemas imaginarios” o alguien a quien simplemente no entendían; aprovecho y
les pido disculpas, tanto a autoridades y trabajadores de la Escuela como a
profesores; les pido disculpas si mis formas de luchar los ofendieron o
perjudicaron. Desde ya que todo lo volvería a hacer, pero por supuesto de
formas menos rudimentarias. Sepan que luché lo que me tocó como pude, como me
salió; con toda mi ignorancia, inexperiencia e inocencia. Es que nadie nos
enseña a luchar; por eso luché como soy. Quiero decir públicamente que la
Escuela de Salud de Olavarría es un lugar lleno de buena gente: Patricia
Telechea, Natalia Giamberardino, el Dr. Prego, Melina Barbero, Gustavo H R A
Otegui, Mirtha Iguiñez, Cecilia Romero, Raul Pitarque, Mabel Pacheco, Laura
Hurtado, Dra. Gonzalez Ayala, Marcelo Sarlingo, Alvaro Dardo Flores. ¡Cuántos
grandes maestros de vida hay en la Facultad de Salud de Olavarría! Gracias por
tanta consideración y buena predisposición, por tanto respeto y ayuda. No me
cabe la más mínima duda de que esta Escuela está destinada al éxito, creo en
este modelo innovador y en lo que me toca le deseo a esta Escuela-Facultad
todas las bendiciones del cielo, todo el progreso y ascenso imaginable en el
camino de la excelencia.
En
especial quiero agradecer al Dr. Carlos Prego, él siempre estuvo abierto a
escucharme y entenderme en mis asuntos religiosos. También agradezco a la Sra.
Mabel Pacheco, sin lugar a dudas su ayuda fue clave; gracias por tanta
humanidad y tiempo que dedicó en mi causa.
Dra.
Ayala, le digo públicamente lo que le escribí en la carta, nada tengo para
reprocharle, sino todo para agradecerle, por tanto aprendizaje en lo
profesional y en lo humano. Sepa que la defiendo siempre que escucho que la
atacan. La considero una excelente docente, fiel a sus convicciones y vocación.
Sólo puedo respetarla y aplaudirla por su brillantez y excelencia. Un lujo de
ser humano que merece mucho más pompa y honor del que tiene. Dudo que alguna
vez llegue a su altura, pero me llena de orgullo haber luchado ante tan digno
oponente.
Gracias
Mariana Catanzaro por acompañarme en la lucha, le agradezco a Dios por habernos
cruzado aquella vez en la calle.
Gracias
Cecilia Romero, llegue a sentirte como si fueses mi mamá de la
escuela. Tu calidez me hizo conectarme con la esencia de la profesión. Siempre
agradezco el haber cursado Salud de la Mujer en tu sala y allí haber conocido a
un ser humano que “ama lo que hace y sí vuela”. Porque así como es un placer
escuchar a un artista tocar con gusto el piano, es un placer verte ser médica.
Gracias
Gustavo H R A Otegui por llenarme de herramientas para razonar, siempre digo
que te siento mi papá de la Carrera. Gracias por hacerme descubrir tanto no
solo de la carrera, sino del conocimiento en general. Es siempre un gusto tener
una charla con vos, alguien razonable que tiene argumentos que te dejan
pensando y que entiende porque alguna vez hizo, cualidades cada vez menos
fáciles de encontrar.
A
quienes por supuesto más agradezco es a mi Papá (Juan José Latorre) y mi Mamá,
ellos pese a poco entender todas mis búsquedas, nunca dejaron de apoyarme y
motivarme para seguir adelante. Entiendo que no es nada fácil tener un hijo
como yo, es admirable el super poder que tienen de nunca ofenderse y siempre
responderme con paciencia. Gracias a mi hermana (Eli Latorre), quien fue mi más
grande maestra en todo lo referente al diseño de mi revista. Amo a mi familia e
incluyo en ella a todos aquellos cercanos que me acompañaron en este recorrido,
Daniel Arauz (gracias por ayudarme en cada una de mis ideas y locos
emprendimientos), Clau Socolovsky y Samu (gracias por adoptarme y tenerme como
un hijo más), toda la gente de la iglesia de Olavarría (Romina Striebeck, Lucas
Oliveto, Sandra Carina Digeronimo de Andreasen, Christian Matias Andreasen,
Joel y flia, Eduardo Andreasen, Vivi Aranda y familia, Jacinta, Cris Ramirez,
Fer, Jere y familia, Carlos Daniel Bustos, Elizabeth Garcia y Carito, Taty
Rincon y Miguel, Esperanza Castillo Bonilla, Clivia Claros de Lamónica y
familia, Gabi, Marisa Grilli, familia Catanzaro, Flavia Rosana Stramessi y
familia, espero no estar olvidándome de nadie), toda la gente de la iglesia de
Balcarce (Irene Cascante, Gabriela Judith Bantar, Patricia Bantar, Mavi Feito
Torrez, Rossana Genta, Cris Yagueddu, Mónica Insua, Andrea Paula Giola, Herman
Daniel Baridon ¡gracias por siempre orar!), Francisco Roca (mi mejor amigo y
compañero de estudio), María Jorgelina Echevarria (mi vecina de oro), Fany
Garrido (mi primera gran compañera de estudio), Marcela Gibert, Mabel Piccini y
Bettina Bernardelli (tres personas que nunca dejaron de hacerme sentir
entendido y apreciado por mi trabajo en la revista y por lo que hice durante mi
paso por la Facultad; como estudiante valoré mucho que tres profesoras rompan
la verticalidad profesor-alumno y me llenen de aplausos), Facundo Maly
(compañero de estudio del último examen), Maria Vigo, Stefi Occhi, Micaela
Corso, Gabriela Rodriguez, Marisol Farana, Coco Urrutia y tanta gente más con
quienes nos acompañamos en este largo camino de aprendizaje y descubrimientos.
Gracias a todos por permitirme compartir con ustedes tantos momentos, gracias
por permitirme conocer sus vidas y abrirse a conocer la mía, gracias por
aceptarme como soy, con toda la infancia y rareza que me caracteriza. Gracias
por hacerme sentir querible y querido todos los días.
Lo
cierto es que este título le pertenece más a todos ustedes que me apoyaron que
a mí mismo; tengo todo para agradecerles, todo le debo a Dios y a esta gran
familia que me dio.
Hace
unos meses, antes de “casi” recibirme, me preguntaron: “¿qué te llevas de la
carrera?”. Poco pude responder en el momento pero mucho me dejó pensando.
Me
llevo todo lo que cambié y soy hoy, todas las batallas libradas y todos mis
errores. Porque así como no me siento alguien inteligente, sí me siento alguien
con mucho coraje y valentía para luchar. Porque ¿qué clase de virtud existe en
hacer lo que creemos correcto únicamente cuando es fácil y cómodo hacerlo? En
la lucha encontré virtud, porque quien no lucha, simplemente muere; quien no
lucha todos los días por sus principios en este mundo corrupto en el que
vivimos, simplemente forma parte de esa corrupción. Y tengan por seguro que
aquel que por nada se la juega, por nada lucha ni se mantiene firme… también
por nada muere.
Y
por supuesto que hubo caídas y errores, de hecho hubo más de eso que victorias
y aciertos. Pero aun así me llevo conmigo todas esas experiencias; porque
cualquiera, o gran parte, llega a recibirse; todos cuentan sus aciertos… pero
no cualquier estudiante de medicina tuvo mis errores durante la carrera en la
cantidad y magnitud que los tuve yo. Dejo en evidencia, cuento y festejo todas
mis caídas (tropezones, raspones, accidentes, derrumbes, catástrofes). Es que
de tanta crisis, tanto hacer, tanto intentar, tanto emprender, tanto luchar es
imposible no caer, no errar. La carrera me convirtió en un emprendedor
compulsivo... vivo siguiendo mis ideas, me acostumbré a realizarlas a todas y
no dejar nada pendiente. Prefiero equivocarme por hacer que por no hacer. Nunca
escatimo esfuerzo en descubrir cosas nuevas, a todo me adapto, me caigo y me
levanto a diario, soy feliz a pesar de los golpes; no le tengo miedo al fracaso
ni al dolor. Desarrollé una felicidad fuerte; es decir, no soy feliz porque mi
vida es color rosa, soy feliz porque me da la cintura emocional para serlo a
pesar de todo, ninguna excusa me viene bien para modificar mi humor.
Eso
me llevo de esta carrera: todo lo que crecí por acostumbrarme a convivir con
frustración y la actitud de hacer las cosas a pesar de la incomodidad, la
dificultad y del miedo. Me convertí en una persona que hoy planearía un festejo
aun sabiendo de antemano que mañana desaprobaría el examen. ¡Adiós para siempre
al miedo a “darse contra la pared”! ¡Adiós para siempre al dejarse lastimar por
los golpes! ¡Viva el error y el aprendizaje basado en experiencias! ¡Viva el
celebrar la vida con todas sus cosas buenas y también sus cosas no tan buenas!
Si
hay algo que dejé en evidencia es que a los problemas los enfrento dando la
cara, sin tener dobles intenciones, sin estrategias ocultas, sin oscuridad,
mentiras ni conventillos; a la vida la enfrento luchando con ganas. Toda la
mala onda que me mandan, rebota en mí y le vuelve a sus dueños. Me alejé del
perfil nefasto de persona que nada hace y, cual licenciado en casi todo, todo
menosprecia y critica y nada ve con buenos ojos; me alejé del perfil de
estudiante que discurre a través de la carrera de forma invisible y que no hace
más que lo mínimo que le corresponde; y me acerqué al perfil de ciudadano que se
involucra en el medio donde se desenvuelve y hace algo. No sé si llegué a ser
“alguien” durante mi paso por la Facultad, pero indiscutiblemente sí hice algo.
Mi voz fue escuchada, mi presencia fue sentida, todos pueden decir que saben
quién soy, cómo soy, qué creo y cómo pienso; todos pueden decir que cumplo lo
que me propongo y que no me importa el precio de mis sueños y mis principios.
Pese a toda mi niñez supe ganarme el respeto de pares y superiores, llegué a
sentir cariño cuando caminaba por los pasillos de la Facultad y me encontraba
con compañeros, profesores, administrativos y autoridades. Esta Escuela me vio
crecer, me vio llorar, me vio derrotado y victorioso, me vio en guerra y en
pasión, me vio crear y esforzarme hasta la estupidez, esta escuela sacó lo
mejor de mí. ¡Qué lindo haber estudiado Medicina en una Escuela! Deseo de todo
corazón que el título de “Facultad” jamás se robe la calidez que caracteriza a
esta casa, a este hogar.
Miro
hacia este largo “durante” y siento orgullo. Me enorgullece sentir que desde
mis formas particulares pertenecí a este hogar; me enorgullece haber llenado mi
espacio no por la excelencia académica, ni por seguir pasos obvios, ni por
llenar zapatos ajenos y mucho menos por asumir un puesto previamente existente.
Me enorgullece haber salido de lo que se espera de un estudiante de Medicina
todos los días, me enorgullece haber plantado bandera fuera de lo ortodoxo y
aun así llegar hasta el final.
No
sé a cuántas personas habré influenciado con mi revista o con mi forma de
pensar y vivir la carrera, pero sí sé que cada vez, con cada nuevo
emprendimiento y actividad, me siento más vivo. Gracias al tanto hacer, al
tanto probar y descubrir, hoy vivo en pasión; vivo con más ganas que miedos,
tengo más experiencias que excusas para contar. Es que cada año que pasa siento
como si viviese con mayor intensidad, como si cada vez viviese más vidas, en
muchos escenarios diferentes y rodeado de muchos maestros distintos de quienes
aprender.
Luego
de tantas experiencias me siento lleno de herramientas para la vida. Y por eso
quiero vivir mi futuro haciendo que cada día cuente, que cada día sea una lucha
por mantenerme íntegro, porque lo que más necesita el mundo no es médicos
sabiondos, ni gente “buenita” que se calla la boca mientras presencia
injusticias. Lo que más necesita el mundo es gente que se levante y se mantenga
firme, “hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y
honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar a lo injusto el
nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como
la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se
desplomen los cielos”.
Finalizo
esta etapa más lleno de preguntas que con las que entré, finalizo habiendo
aprendido tanto que ya no siento la necesidad de dejar de aprender. Es que no
es posible estudiar al ser más inteligentemente diseñado del mundo y no
reconocer que hay un diseñador atrás y tener ganas de explorar el resto de su
creación.
El
estudiante de Medicina, en mi definición, es un estudiante de diseño
inteligente. En el estudio de lo morfológico y de lo funcional del cuerpo
humano podemos conocer la mente de un Gran Creador; curiosamente, en ese
entonces nos encontramos con un Ser cuyo carácter dista años luz del modelo
mágico-religioso que la dictadura científica y religiosa hegemónica nos inculca
sobre Él, años luz de las estampitas, las sotanas de oro, los indultos y lo
arbitrario. Dios no es un mago, nada es por magia en nuestro cuerpo, todo tiene
un porqué y es estudiable, y ahí es justamente de donde nace la ciencia (la
ciencia que no caduca, no la pseudo ciencia que financian laboratorios o
depende de paradigmas), del estudio de los fenómenos naturales.
Mucha
gente pretende vivir en una sub-realidad en la cual uno agarra un libro y
recorta cada palabrita con tijera, se sube a un helicóptero y tira todos los
papelitos y tapas desde el cielo, y al llegar al suelo, todo se acomoda en
perfecto orden listo para ser leído. Yo no vivo en esa sub-realidad; es que en
todo el universo hay diseño e inteligencia.
Es
en ese Dios de diseño inteligente en quien creo y espero, a Ese Creador lleno
de razones y respuestas, lleno de inteligencia y sorpresas, lleno de
creatividad, ingenio y poder. Porque de un choque de baldes de pintura no nace
la Gioconda, de un choque de cemento, hierro y vidrio no nace un edificio, de
un choque de autos no nacen nuevos microorganismos. El diseño jamás es
casualidad, la inteligencia tampoco. De la entropía no nace un universo regido
por reglas matemáticas y orden nanométrico.
Es
por eso que respeto al ser más grande del universo más que a cualquier otro
ser, más que a cualquier otra autoridad, más que a cualquier profesora
desafiante, más que a cualquier opinólogo calificado, más que a mi propia vida,
más que a lo que siento en mi corazón y lo que pienso en mi mente. Aun cuando
me duele, aun cuando no entiendo, aun cuando peleo contra mí mismo, te doy la
razón y te alabo. Te amo Dios Creador, de toda prueba que permitiste que pase
aprendí y crecí, todo me sirvió para bien. No me arrepiento de luchar por ti,
no me arrepiento de sufrir a causa de tu Nombre. Siempre fuiste fiel y
cumpliste tus promesas. Te pido que tu poder logre salvarme de mí mismo y tu
misericordia perdone mi constante rebeldía que lejos está de reflejar tu
carácter y ejemplo. Gracias por este recorrido; todo sea para tu gloria, amén.
febrero 01, 2017
4 SUEÑOS
El 21 de noviembre de
2016 soñé que me despertaba y me iba a mirar al espejo. Al mirarme me
sorprendía el hecho de que me había crecido barba sólo en una mitad de la cara.
El 3 de enero de 2017
soñé que estaba en una habitación que parecía de juguete (el techo era bajo y
todo era de colores pasteles) junto con Flavia y llorando desconsoladamente nos
despedíamos de Fran.
Días después soñé que agarraba
nueces con mis manos y muy fácilmente, sin usar ningún artefacto, las abría con
mis dedos dejándolas completas y sin ningún defecto sobre la mesa.
Noches más tarde, soñé
que veía borrosamente hasta que se me acercan un par de lentes, los cuales me
pongo, y empiezo a ver nítido como quien ve por primera vez.
enero 20, 2017
enero 19, 2017
DUELE SER
Hoy siento que muero
todos los días; con cada decisión que tomo no hago otra cosa que morir. Morir a
experiencias, a conocimientos, a gente e incluso al propio ser. Morí a una vida
de arte el día que elegí Medicina. Morí a una vida de trotamundos el día que
elegí la cárcel universitaria. ¿Qué gané? ¿A cuántos Juanjos morí para ser
quién soy hoy? ¿Cuántos Juanjos nacieron cuando nací y cuántos quedarán vivos?
¿Estoy vivo?
Cómo me duele tener que
definir cosas en mi vida.
Cómo me duele sentir que
las palabras limitan lo que soy.
Cómo me duele sentir que
las definiciones limitan mis juegos.
Cómo me duele ver que
los límites se llevan el universo de posibilidades.
Cómo me duele darme
cuenta que algunas decisiones inevitablemente matan proyectos.
Cómo me duele no poder dividirme
en mil personas diferentes.
Cómo me duele sentir que
estoy limitado a un solo cuerpo, a una sola vida.
Cómo me duele sentir que
hay sueños que se apagan, futuros que desaparecen y oportunidades que pierdo.
Cómo me duele ser.
Cómo me duele morir.
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